jueves, 4 de abril de 2013

Mudanzas

Como cada día blogger se vuelve más insufrible, me mudo para acá.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Te escucho mirar

1. Mi grupo, dice Ira Kaplan, no se llama como usted lo pronuncia, me siento tentado a corregirlo. No lo hace.

2. Llevo dos días dándole replay a la misma canción. Una canción sin voz. Sólo una melodía que viene de lejos, que entra, te desconcierta, te lleva y parece que nunca se va. La pongo una vez, otra vez, una más. Los discos ya no son discos sino archivos, canciones sin voz.

I Heard You Looking by Yo La Tengo on Grooveshark

3. Si la canción fuera una imagen sería, sin duda, la misma portada del álbum donde viene. Simple. Una linea roja como estela de luz, algún faro prendido en un extremo superior, autos, sombras, todo difuminado.


4. En la misma entrevista, Georgia Hubley dice que hace tiempo, antes de 1992, ella e Ira pelearon y él termino yéndose a un bar. Ella lo siguió. Lo veía desde lejos sentado en la barra. Le clavaba la mirada en la nuca. Lo escuchaba mirar. Llevan veinticinco años casados. No es una canción de odio, dice ella, todo lo contrario.

5. Todo lo contrario.

martes, 5 de marzo de 2013

Principio de incertidumbre

1. Michael y Pam luego de renunciar a Dunder Mifflin. 


2. La escena famosa que no estaba planeada. El director dijo corte. La cámara seguía grabando. Un accidente.   



3. El abuelo.

martes, 7 de agosto de 2012

Fracasar

Dice Richard Sennett que después de escribir El declive del hombre público sintió que ya no tenía más que decir. A partir de eso se puso a escribir novelas. Muy malas, según él. Desde hace algunos años ha vuelto a escribir ensayos. También dice, en la misma entrevista, que hay que intentar perder el miedo al fracaso, aprender carpintería. Volver a lo nuevo. Dice, además, que la gente cree que es mejor regresar a lo conocido que emprender un camino distinto y que de una vez y para siempre deberíamos olvidarnos de los trabajos de tiempo completo. Justo eso. No esperar la quincena nunca más ni la mensualidad.    
   

miércoles, 1 de agosto de 2012

Nadar

Me encontré, de nuevo, a Federico Bianchini. Esta vez no escribió sobre Fogwill. Tampoco sobre la chica que nada, sin una pierna, en aguas a temperaturas bajo cero. Ahora, es un decir, escribió sobre el juez argentino Eugenio Raúl Zaffaroni. No conocía al juez, por supuesto, pero me dieron ganas de nadar. En algún punto del texto aparece esto:  

—La gente se sorprende —dice el bañero sin dejar de mirarlo—. Es uno de los pocos que se queda tanto tiempo yendo y viniendo, yendo y viniendo. Una vez incluso alguien me ha dicho: “Ese tipo no para nunca”
También esto:

Foto de Alfredo Srur


El juez aprendió a nadar a los 53 años.
Resumo.
Me dieron ganas de nadar. No detenerme nunca.

miércoles, 18 de julio de 2012

Thomas Bernhard

Thomas Bernhard, en el Akademietheater, en Viena en 1976 / HULTON ARCHIVE (GETTY)

miércoles, 16 de mayo de 2012

Los años con Laura Díaz

De un momento a otro empezamos a ver, intempestivamente, lo que antes parecía no existir. Cuando iba en la preparatoria, por ejemplo, descubrí todos los libros que había en el estudio de la casa. Durante dieciséis años ignoré un cuarto lleno de libros. A partir de eso comencé a leer con voracidad, con desesperación. Ahí encontré un ejemplar de Los años con Laura Díaz de Carlos Fuentes. Su título me sonó a radiografía personal. Corrijo. Su titulo era una radiografía personal de mis años de entonces. No pude leerla. Leí otras cosas de él, no esa novela de la que no se dijo nada en las notas necrológicas sobre su muerte. Es una novela que parece no existir. Una especie de libro fantasma. Me pasé la preparatoria viendo su portada, imaginándome una historia que no contaba: la mía, la de esos años. En ese libro invisible caben mis recuerdos, el ímpetu con que me sumergía en las cosas que me parecían nuevas, la vida que olvidé. Nunca más estaré con Laura Díaz. No importa. A lo mejor todos necesitamos de una novela fantasma, de un texto sin historia que nos permita imaginar las palabras y los recuerdos que no podemos decir. Los libros de Fuentes dejaron de interesarme, pero siempre disfrute escucharlo, leer sus columnas, saber que había escrito mi novela fantasma. Aún creo que él se veía, que siempre se verá, más joven que yo.