martes, 27 de octubre de 2009

mañanas

Por la mañana, tras la ventana, la ciudad gris y el frío que invita a no salir; las cobijas que abrazan y la cama que sostiene; el café que uno deseara se preparara solo y llegara hasta la cama; los brazos que uno deseara lo retuvieran y así lo contuvieran... eso deseaba en la mañana mientras pensaba como distribuir las tareas que, obviamente acumuladas -fin de semestre, exámenes de ingles, proyectos para UNIVERSUM bla, bla, bla- parecen retenerme. Tal vez por eso, o tal vez aunado a eso, decidí no ir a la universidad, ahora que los tiempos apremian, decidí darme de baja una mañana al menos, viré la rutina. Me quedé despierto oyendo llover, conteniendo las ganas terribles de ir al baño. Ya después, preparé café y subí a la azotea para ser testigo del movimiento que no me contenía, tras la ventana la ciudad que se insinuaba bajo un amarillo grisáceo. Lavé un poco de ropa, me puse a escribir los trabajos pendientes, desayuné.

La mañana sucedió con una quietud vivificante, como para recordarme que la vida sigue su propio curso, y la arrogante velocidad que le añadimos es un atributo de mal gusto. Después de la mañana el trabajo y el idioma fueron más ligeros.