martes, 16 de diciembre de 2008

INICIAR O TERMINAR, CASI NADA.

Digamos que hay un casa y en esa casa, una reunión. Allí hay bebida y comida, algunos amigos y tanta música. Digamos que hay alguien que pudiese ser Yo; un Yo que en otro tiempo se hubiese sentido ajeno, tan apartado. Digamos que ese Yo no deja de bailar y se siente feliz, tan cercano, es entonces que las horas pasan y la música y todo adquiere una nueva condición, desconocida. Digamos que las preocupaciones son cada vez menos, y hay fotos, y comida y unos tragos más. Digamos también, que aunque toda la noche juntos, alguien adquiere una nueva condición y esa persona es alguien que bien pudiese ser Ella. Y Ella me agarra fuerte y giramos y también brincamos y no hay cansancio. Digamos por último que el tiempo va entretejiendo diversos gestos, sentados por ejemplo, vemos una luna tan blanca y las manos se enlazan, un momento lleva a un gesto y ese gesto es, en apariencia un salto irrefrenable, y por momento uno levita y todo se suspende, todo comienza y termina en ese acto, nada más.
* * *
Alguien toca. Odio tanto a ese alguien porque nos ha tirado y de nuevo se siente el suelo, tan frío. Después del salto, poco puede quedar igual, no obstante hay algo de luminoso, digamos, para acabar que hacía tanto no daba un buen salto.

Como dice David Miklos, así las noches de luna con manos tejidas, así las cosas.

No hay comentarios: