jueves, 25 de diciembre de 2008

siete acercamientos al espacio callado

“El silencio lingüistico no contiene palabras sino una cadencia”.
Pablo Fernandez Christlieb
1. No será casualidad que un escritor, en este caso Octavio Paz, afirme que su condición de poeta es contra el silencio, lo dice en ese poema, que también es postulado, llamado Libertad bajo palabra. Lo entrañable surge, cuando el poeta asume su condición limitada ante la impotencia de nombrar ciertas cosas, ciertos gestos. Esta vez lo dice en el poema Nocturno; “Sombra trémula sombra de las voces,/ (…) ¿Cómo decir, los nombres, las estrellas,/ los albos pájaros de los pianos nocturnos/ y el obelisco del silencio? (…) ¿Cómo decir, oh sueño, tu silencio en voces?”. Paz asume el lenguaje como una sombra, tentativa entrañable, cuando más se aproxima a los objetos, reafirma su postura siempre lejana. Las palabras nos muestran una realidad que no es la realidad sino su abstracción; el rostro siente la sombra, cercana, intima, apenas voltea para verla de frente, la sombra se aleja. Se esconde. Las sombras no tienen rostro.

Lo profundo calla”
Jozséf Attila
2. Una palabra es siempre determinada. Y lo determinado -nos dice Francois Jullien- es siempre agotable. En su libro Elogio de lo insípido Fancois Jullien, nos habla del ideal contemplativo, en la antigua filosofía oriental. La sabiduría, no como una contención de ideas, sino como una saber decantar; un dejar fluir. Todo sonido emitido anula la posibilidad de otro. Del silencio, apunta Jullien; “(…) lo que pierde en manifestación física, lo gana en presencia espiritual (...) toda palabra está condenada a perder apenas empieza a manifestarse.” Más allá de una crítica fatalista hacia la palabra o a la acción, Jullien retoma el acto de poder valorar cada expresión en su sentido profundo. Ir por la vida con el sentido tenue de la ligereza, no como gesto de indiferencia sino como el acto que deja percibir la profundidad. Algunas veces, callar es dejar, anularse para contemplar.

“(…) justo en el umbral, el paraíso me dio miedo”
Guadalupe Nettel
3. Al estar en el área de lo neutro, los silencios oscilan en el territorio de lo desconocido. Su sentido se abre a todos los significados; es indefinido en apariencia. El miedo a lo desconocido, es un gesto común en la historia del hombre, de esa sensación de miedo, por ejemplo, surge la religión y también la ciencia. Por eso siempre se trata de evitar lo callado; apenas sentimos su presencia y lo llenamos de ruido, de palabras huecas. No sabemos escuchar el silencio porque pensamos que las palabras son la única comunicación posible, por eso, cada vez los gestos son menos y actualmente, uno de los grandes significados de callar, es el de sinónimo de temor. Aunque si la sociedad empezase a sentir sus silencios, se daría cuenta, que vive tantos papeles, que su vacío es aparente; el silencio no solo es contemplación, en su esencia se gestan los actos, más que un puente, es una estancia que duele y crea lo íntimo.


“Todo silencio, creo yo, es una segunda soledad que acrecienta la primera”
Antonio Lobo Antunes
5. Los silencios son espacios, y como todo espacio su construcción es lenta, no exenta de complicaciones. Su construcción puede devenir en una enormidad apenas imaginable. Cuando el espacio se desborda y deviene en vacío, el silencio duele. Esta manera de callar, es acaso el gesto rutinario del desprecio; una idea común de lo callado. El espacio es tan grande que los límites no se pueden imaginar; los silencios abiertos nos muestran la distancia enorme que ningún lazo puede cruzar. Es precisamente este silencio el contrario de la comunicación; su sentido es la ruptura. No se sabe que decir, ni tampoco, que hacer cuando una presencia es insana. Callamos ante la imposibilidad de establecer contacto alguno. La indiferencia duele tanto, porque insinúa la enormidad. Buscamos algo para detenernos, lanzamos un puente que tal vez sea un gesto o más determinado, una palabra; buscamos la construcción de una estancia; nos encontramos con una nada dirigida, no nos deja aprisionar; el silencio es aquí, una negación. Entonces el silencio puede devenir en desarraigo, por ejemplo, El libro del desasosiego de Bernardo Soares, es una extensa bitácora de la imposibilidad de comunicar y relacionarse, en él Soares describe su soledad como “El silencio absoluto del alma que se reconoce incapaz de actuar”.

“Amante todo calla. Tú, sin nombre,
en la noche desnuda de palabras”
Octavio Paz
6. Un espacio cerrado insinúa seguridad. Los espacios cerrados son pausas que se llenan de ventanas para ver el mundo pasar; nos detenemos porque hemos encontrado un espacio entrañable, el mejor lugar para ver y descansar. Un silencio cerrado es la construcción de la intimidad. El silencio cerrado puede ser individual, pero adquiere profundidad poética cuando se comparte. En un aforismo, inusualmente feliz E.M. Cioran apunta; “Un muchacho y una muchacha, ambos mudos se hablan con gestos. ¡Se veían tan contentos! Es evidente que la palabra no es, no puede ser el vehículo de la felicidad”. El filosofo de la pesadumbre, acepta la belleza como un acto; un silencio compartido. Es esta dilución de las barreras, que se borra lo individual para dar paso a la construcción del Nosotros. En su condición contemplativa, los silencios cerrados, gestan los actos. Las palabras son puentes, acciones dirigidas, cuando encuentran asidero, van dando paso a lo callado, dejan que otros actos como los gestos puedan hablar, hay entonces sonrisas y miradas profundas, se empieza a forjar una nueva materialización del espacio. Entonces uno se calla, no porque no haya que decir, sino porque ha entrado en una profundidad incomunicable. Surgen entonces los abrazos, esa obvia concreción de lo cerrado, y en ellos se gesta, el escenario perfecto de esa necesaria dilución de lo material, los besos.

“Es la fe en la forma, no por el riesgo del vacío sino por el placer de disfrutarla”
Carlos German Belli
7. Las palabras no van contrarias al silencio. El silencio es su escenario, su espacio; por él son. Buscar las palabras, no como una irrupción sino como un acto que se diluye. Decir, por ejemplo, que la poesía es la forma mas sutil de nombrar lo callado. Vivir el silencio como un acto que deja escuchar y sentir, que no anula otras formas de comunicación. El gesto de valorar cada acto por su peso es la razón de la fluidez; donde todo va, y sigue…

martes, 16 de diciembre de 2008

INICIAR O TERMINAR, CASI NADA.

Digamos que hay un casa y en esa casa, una reunión. Allí hay bebida y comida, algunos amigos y tanta música. Digamos que hay alguien que pudiese ser Yo; un Yo que en otro tiempo se hubiese sentido ajeno, tan apartado. Digamos que ese Yo no deja de bailar y se siente feliz, tan cercano, es entonces que las horas pasan y la música y todo adquiere una nueva condición, desconocida. Digamos que las preocupaciones son cada vez menos, y hay fotos, y comida y unos tragos más. Digamos también, que aunque toda la noche juntos, alguien adquiere una nueva condición y esa persona es alguien que bien pudiese ser Ella. Y Ella me agarra fuerte y giramos y también brincamos y no hay cansancio. Digamos por último que el tiempo va entretejiendo diversos gestos, sentados por ejemplo, vemos una luna tan blanca y las manos se enlazan, un momento lleva a un gesto y ese gesto es, en apariencia un salto irrefrenable, y por momento uno levita y todo se suspende, todo comienza y termina en ese acto, nada más.
* * *
Alguien toca. Odio tanto a ese alguien porque nos ha tirado y de nuevo se siente el suelo, tan frío. Después del salto, poco puede quedar igual, no obstante hay algo de luminoso, digamos, para acabar que hacía tanto no daba un buen salto.

Como dice David Miklos, así las noches de luna con manos tejidas, así las cosas.

martes, 18 de noviembre de 2008

diario de nada

1. Semana larga, casi estimulante. Muchos lugares, tantas personas. Cansado pienso en que hacía ya bastante tiempo no agotaba mis horas. Un desgaste que incluyó también, el no hacer nada y dejar pasar, el tiempo -ese espacio fluido- paso como sin pasar. Hacía ya bastante, no terminaba una semana y me sentía contento, casi feliz.

2. En una sala abarrotada, Goran Petrovic presentó su último libro traducido al español, Diferencias. El libro fue presentado por José Gordon y es publicado por los entusiastas de Sexto Piso. Llegué tarde y tuve que sentarme en el pasillo. Frente a mi una pareja, ella bastante linda; ojos enormes y un cabello ondulado, preguntaba de manera tierna y disimulada todos esas citas que desconocía, él la veía cuando ella se distraía, siento que estaban enamorados.
A la presentación llegaron Alf. y T. Hacía tiempo que no los veía. Al verlos, a lo lejos recordé la vez en que al mismo tiempo y sin saberlo, Alf. y yo leímos La mano de la buena fortuna como aquellos viejos tiempos , en que ambos leíamos -ahí sí, por convenio- los mismos libros y los mismos autores. Ese tiempo adonde nos conocimos tanto.
Al final, la presentación, fue una tertulia intima. Todas las personas se sentían cercanas, todos -o al menos la mayoría- habíamos vivido un mismo espacio: la lectura de Petrovic. Leer los mismos libros es adentrarse a un espacio de comunión, como una habitación que muestra las palabras no dichas; los rasgos profundos, siempre callados de la personalidad; un libro no nos gusta por la manera en que está escrito, sino porque nos devela un gesto propio, uno desconocido. Compartir con alguien que lee los mismos libros permite conocer el gesto inconsciente que nos representa

domingo, 2 de noviembre de 2008

desvariaciones de la conciencia (2)

La conciencia como percepción.
La conciencia se inaugura en el momento en que nos damos cuenta de que no solo pasamos, sino también podemos saltar. No brincamos para llegar alto, sino para sentir el suelo. Así el salto se vuelve nuestro instrumento, un romper de la monotonía que nos despierta del sueño.

Algunos saltos
1. La literatura es el registro mas claro de la conciencia. Las aproximaciones mas cercanas, creo, están representadas en la literatura. Un libro es ante todo un rasgo de la conciencia; aprisionar eso que se siente pero que no se ve. Su estructura es virtual, cuando uno lee no solo ve, no solo calla, es mas bien un dialogo que cuestiona. Cuando uno lee o escribe se despoja del yo para adherirse a ese nosotros que es la esencia de la humanidad. Cuando leemos nos reconocemos, o tal vez nos conocemos un poco mejor. Es una práctica impersonal que reafirma el yo, el tu y el nosotros. La literatura como dice Vila-Matas nos hace comprender la vida, pero por eso mismo nos aleja de ella.

2. El espejo. ¿Cuánto pasó antes de que el niño comprendiera que ese otro que está allí es uno mismo? De niño recuerdo tardes largas contemplando ese fenómeno genial que es el espejo. No podía concebir que ese otro que se reía fuese yo. Cada vez que lo veía intentaba movimientos rápidos, trepidantes. Cada movimiento buscando una equivocación que nunca llegó. Tantas preguntas en torno a un espacio que parece dentro, pero que es afuera. Un día quien sabe por que razón, mas por fatalismo que por convicción, nos damos cuenta que hemos aceptado su condición de reflejo. Ya no nos preguntamos quienes él, sino quien es uno. Al final, cada espejo es una reafirmación del yo, los vemos para arreglarnos el cabello, para perfeccionar un gesto nunca encantador. Ya no una pregunta sino una aceptación.

3. Las miradas son ese registro de bautizo que los demás nos brindan. Nosotros casi accidentalmente también bautizamos. El acto de ver consiste en un notar a los otros, confirmar que la soledad es una utopía. Las miradas contrarias a la razón del espejo no solo nos reflejan, sino también nos construyen, nos duelen. Las miradas construyen amistades, forjan algunos enemigos, y nos dan tantas ilusiones… Al final miramos como acto desesperado de tener conciencia de nosotros, de los demás.

4. Los silencios también son un salto: un salto al vacío que es uno mismo. Acaso la mejor manera de sentir la conciencia es a partir del acto de callar: un anularse para sentir. Callamos cuando nos damos cuenta de nuestras posibilidades, lo mismo cuando no sabemos que decir que cuando hay tanto y tan pocas palabras. La búsqueda del silencio es un espacio para el recogimiento, el arte de estar en uno mismo, de no poder huir del pensamiento. Callar para oír la vida pasar, para ir con ella.

5. El acto de tocar, incluso de todos sus derivados (rozar, pegar, acariciar…) Es acaso el salto mas entrañable que nos permite ver la conciencia. La vemos ya no solos, sino acompañados. Una puerta no se abre hasta que se toca, incluso esas nuevas que por la modernidad parecen ser abiertas por un fantasma –quizá el alma. Cuando tocamos una puerta, advertimos la entrada a una privacidad. Para abrir también necesitamos tocar, girar la perilla. Un amor no se consume sino hasta el primer beso, o se vuelve más intangible a partir del primer roce de manos. Tomar las manos es adquirir la conciencia de uno para diluirse en el otro. También tocamos no solo para avisar, sino para sentir nuestro cuerpo; una notificación de nuestra existencia. Cuando tocamos nos sentimos seguros, casi felices, inclusive si se dijera que la conciencia es un ritmo sería pertinente decir que no hay mejor manera de bailar sino de la mano de alguien mas, tocandose.

desvariaciones sobre la conciencia (1)

0. “(…) es el sentimiento repentino de estar enclaustrándose en la celda infinita. ¿Hacia donde imaginar la huida, si la celda lo es todo? “
Fernando Pessoa.

Un acto, una caída
Primero el vértigo. En la película Reconstrucción de Christoffer Boe, hay una escena entre escenas; un hombre va cayendo y solo atina mover brazos y pies. La escena apenas breve se repite o más bien sigue por lapsos entre cortados. La película es una variación de un mismo hecho. Las suposiciones son el pasado que avizora un futuro que nunca sucede. Un juego fragmentado que tiene como eje principal al amor.
Caer en un vacío que atrae sin pedir permiso. ¿En qué momento nos desprendimos del suelo? .Despertamos y no sabemos que caemos, es hasta que vemos que otros también caen, que entramos en la sensación de ir cayendo y no poder hacer nada. La conciencia como acto sería mas como una caída en vacío. Un acto natural del cual nos damos cuenta conforme vamos cayendo. La conciencia no es una desición sino un acto natural. La conciencia se nos representa como el acto expresivo de lo cotidiano, pero visto en lente poético la conciencia es un vacío que apenas llegamos a vislumbrar: una caída que no podemos detener simplemente continuar.

Aire quizá.
Una sensación que se pierde pero nunca deja de estar. Aire más que tierra o agua. La conciencia como el aire, es una presencia que nos contiene pero que adquiere sentido hasta que la respiramos, hasta que nos fluye para incorporarnos. Decir el aire por su no-forma; por la concepción etérea de su significado. Por ser una insinuación que apenas sentimos; irrefutablemente necesaria.

1. Conforme vamos viviendo empezamos a notar una corriente apenas explicable que nos entra, y después sin querer nos sale. Lo vamos notando apenas, sigilosamente. A veces esa corriente nos congestiona. El aire tiene matices -o densidades- que nos hacen notar su presencia que nos dejan sentirlo. La brisa del atardecer no es sino la ausencia del ventarrón. El aire es una variación de un mismo tono.

2. La conciencia se siente como sentimos el aire. Un fluir que se transforma y sale añadiendo a la superficie un poco de nuestra identidad.
La conciencia es la presencia de un vínculo. El aire permite la vida pero no es la vida. La conciencia es acaso un lenguaje que adquiere sentido hasta que se pronuncia o se simboliza; hasta que se siente, hasta que nos vive.

3. Respiración. Apropiación del viento, que crea una corriente interna que va a su propio ritmo. Entonces las personas ya no son solo un fluir y seguir, sino también una personalidad que toma al ritmo por la cintura y le da unas cuentas vueltas.
Al final la conciencia se vuelve eso, un baile.



viernes, 31 de octubre de 2008

...

1. Nada, o muy poco. Cada vez, un paso más cerca de la desaparición. El último paso; el imposible.

2. Buscar lo insípido para encontrar que la búsqueda lo oculta.

3. Deseando tanto el silencio. Así la extrañeza.

domingo, 19 de octubre de 2008

paraguas

1. Cuando llueve esa plaga enorme que es 'La gente' desaparece. Las calles adquieren ante esa soledad sentido poético. El sonido de la lluvia va borrando aunque sea un poco, el ruido incesante del trafico; cuando llueve la ciudad se calla, se anula para contemplar. Dar fe de la soledad citadina -caminar por calles mojadas casi ausentes- es apenas posible por esos artificios que son los paraguas.

2. Un paraguas no sirve para guarecer de la lluvia. Su superficie convexa, cubre apenas bien la cabeza y deja mojar todo el cuerpo; la lluvia, se sabe, siempre moja en diagonal. Su naturaleza transferible y a veces incomoda, hace que los olvidemos en cualquier lugar, o peor aun, que en los diluvios mas cruentos, nunca llevemos el nuestro. Los ventarrones siempre hacen -quien sabe cómo- que se volteen hacia arriba. Los paraguas hay que decirlo sirven para poco.

3.No obstante, los paraguas adquieren a veces sentido poético, una profundidad inusitada. Los paraguas insinúan un espacio virtual; bajo su semiesfera se crea lo entrañable. Su sentido es más útil que el simple acto de cubrir; antes que proteger los paraguas consolidan relaciones. Su naturaleza circular arropa los cuerpos, elimina la cotidiana distancia- Sucede entonces, que bajo el paraguas siempre vamos entrelazados.
Los paraguas son espacios adonde uno mete a los que quiere, aquellos que de manera delicada se han convertido nuestros íntimos. Es por eso, que cuando dos personas llevan cada cual su particular paraguas, sabemos que su relación es apenas superficial; aun mantienen distancias.
Los paraguas mas que proteger quitan la idea de la lluvia, del frío. Cuando uno comparte un paraguas, logra que lo que está afuera apenas se sienta, prevalece más bien, el calor de la persona, su brazo y la manera de afianzarse; el rostro que se inclina sobre el hombro. Logran una comunión que permite la contemplación.
Los paraguas inauguran sociedades, las revalidan también. Crean un nuevo estado, como los besos adonde dos ya no es dos sino uno.

3.Un paraguas también es una casa. Hoy hace varias semanas de aquella tarde de lunes. Tarde nublada. Precavida Ma. (esa Ma. que me duele tanto últimamente) llevaba un amplio paraguas por si el clima, siempre sorpresivo, pretendía engañarnos. De manera lenta empezamos a sentir las ligeras gotas. Ma. abrió el paraguas y en un gesto natural me invito a entrar. Yo cargue con el paraguas mientras ella se anudaba de manera frágil a mí. Recuerdo la tarde y siento nuestro calor; el paraguas que simboliza una esfera, un circulo adonde solo cabíamos nosotros, nuestra amistad. El trayecto rumbo al camión fue de apenas diez minutos, las calles vacías permitían contemplar y sentir. Minutos cercanos que dejaron de ser tiempo para ser espacio. Ese espacio fue un desprendimiento, por un momento. Ma. y yo eramos la casa de nuestra amistad.

viernes, 17 de octubre de 2008

espera

Espero y son las diez de la mañana. Mañana fría, lluviosa. Sentado en la explanada de la facultad veo pasar. Sentado veo a los otros; geografías lejanas, inciertas. Surge Ella, su porte siempre pausado, su ritmo lento. Hoy no hay nerviosismo, ni ganas de hablar ni nada, marasmo más bien. El silencio esta vez no pesa, dejo que la situación siga, no intento retenerla, no hay por qué. Se va . Sigo viendo. La gente ya es solo un espacio ausente. Pablo Fernández dice que la espera es lo más transparente que poseemos (Pablo, ultimamente tanto), esta mañana lo creo y lo siento; una transparencia que permite incursionar en los otros para al final, encerrarse en uno. Esperando después de Ella, surge una frase; "No hago nada, es cierto. Pero veo pasar las horas -lo cual vale más que tratar de llenarlas". Cioran siempre tan claro, tan triste.

jueves, 16 de octubre de 2008

un aroma...

1. Ayer entre el hacinamiento cotidiano del metro, surgió un aroma refrescante, frutal. No era, ni un poco, como esos aromas sofocantes y cursis que venden los perfumes, era, más bien, como bonito; ligero. Los breves segundos que el aroma me habito fueron momentos de fluidez; un dejarse llevar. Todo el camino después de eso, fue una sutil caída; la plenitud te abraza y apenas te aferras te suelta, la sueltas. Caer es dejar, soltarse. Una caída que dejó ver algunos recuerdos de otros olores en apariencia perdidos; algunas escenas, unas personas, varios lugares, tantos momentos.

2.¿Cómo hablar de los olores sin quitar de ellos su esencia volátil, su rastro perforante, su presencia inusitada?

3. Los olores son sutiles, viven anudados a la ligereza del aire. Cada vez los vamos perdiendo un poco más, tanto así, que un olor ya simplemente es una variación de la dicotomía mas insana; feo o bonito. La ciudad, mal "humorada" de costumbre, los va absorbiendo hasta casi difuminarlos. No obstante, los olores son siempre nuestra memoria más emocional, nuestra memoria más entrañable. De los amores (la similitud entre las palabras amor y aroma es intrigante) siempre queda más la fragancia de la piel, el olor del cabello, el olor de un cuarto compartido. Se recuerda siempre un poco más, el aroma de la comida al llegar a casa que el sabor. El café es siempre mas rico si es humeante. Los bebes son lindos porque aun no huelen a ciudad.

4. Los olores insinúan la posibilidad de la simultaneidad, en su naturaleza ligera yace la profundidad.

domingo, 12 de octubre de 2008

Danubio, y una tarde que no es hoy.

I.Hoy rumbo a CU, terminé El Danubio de Claudio Magris. Hacía ya tanto que no habitaba verdaderamente un libro, que la lectura no era simplemente un pasar y acumular; esta vez hubo, más bien, momentos de compañía; dos viajes, varios reencuentros, algunas noches y varias mañanas; una lectura inspirada en Goran Petrovic y su hermosa novela, La mano de la buena fortuna; sentí de nuevo que leer es convivir, habitar para vivir.

II.Hace ya algún tiempo había intentado leerlo, motivos ahora olvidados me alejaron de su lectura. Esta vez el tiempo ,creo, fue un aliado.Los largos paseos en carretera y las tardes nubladas fueron espacio perfecto para un libro que habla de tanto; de un viaje ya lejano, de remebranzas y recuerdos, de gestos perdidos que sostienen al tiempo, de la vida que se asemeja a un río donde pocas cosas -sino es que ninguna- realmente comienzan, más bien, se "suceden" y continúan, y donde el final más que terminar es un discurrir en tantas partes que rompen la estructura antes concebida y crean una nueva, o varias. Al final -este aparente, nunca conclusivo- me quedo con la manera en que el libro transita de la descripción de gestos, a la idea ensayística; me quedo también, con la personalidad del narrador apenas insinuada en varias partes del texto y del viaje; con la vida no reducida al tiempo que vivimos sino amplificada por las personas que conocemos, los libros que leemos las películas y los discos, todo eso que ha sido y revivimos. La vida como un río que fluye adonde el Yo es más bien un Nosotros colectivo.

III.Esta tarde al entregarlo sentí una extraña tristeza, como si al dejarlo se me fueran también tantos momentos, al verlo ahí en el "carrito" pensé en aquellos fragmentos que aunque leí no guarde, en esos nombres que se desvanecieron inmediatamente después de su aparición. Al final ya en el metro surgió una pregunta; ¿cuanto vivimos sin darnos cuenta?.

IV."¿Por qué el final necesariamente tiene que llevarnos a la nada?"

recuerdo de tardes...

Conforme decrece la tarde, el paisaje va cayendo en un verde oscuro que de tan intenso casi negro. Vamos ya de regreso, me esperan aproximadamente diez horas de trayecto, en el iPod se reproduce "Viôlar vel til loftárása" de Sigur Rós, una extraña simbiosis, casi perfecta, se crea: la música que es una con el paisaje, yo y la mirada perdida; una enormidad que abraza.
* * *
Desde hace algún tiempo que redescubrí el álbum Agaetis Byrjun de Sigur Rós, el disco se me ha vuelto el más entrañable de entre todos los suyos. Escucharlo, siempre es una experiencia de nostalgia, momentos anudados en un álbum que también es memoria, canciones que son sucesos, presencias.
Un recuerdo en especial se crea; mi imagen al lado de Ella, en aquella tarde nublada del concierto en Tepoztlán, aquella tarde en donde algo, creo, se definió. Al recordar esa tarde también, surge esa otra Ella vista a lo lejos, caminando tan sutil, gravitando como siempre, su imagen que crea una extraña tristeza; estar en un mismo sitio sin compartir mas que una mirada apenas insinuada.
Ultimamente surge otra Ella, que tambien por causas extrañas, estuvo allí aquella tarde. De ella solo queda mi visión escondida, un deseo que apenas surgía.

* * *
Por estos días vi en YouTube el video de "Viôlar vel til loftárása", el video más que gustarme me conmovió. Una historia de amor apenas diferente, que me hizo recordar tantos hechos pasados;saudades. El video me hizo pensar en que todas esas relaciones, las verdaderas, se asemejan por instantes, sobre todo en aquellos momentos donde la vida se funde en felicidad; donde no hay palabras solo gestos, silencios que dejan actuar.

martes, 7 de octubre de 2008

una fuga

1. Día cerrado. Ahora debería tratar de hacer esas tareas acumuladas; una inmensidad que cada vez tiene menos forma. Debería estar leyendo; esa estupida manía de tener mas libros de los que puedo leer. Debería estatar repasando o quizá escribiendo esos ensayos postergados. Tal vez debería rememorar la tarde genial con L. escribir, escribir algo en serio, lo que sea. Empezar a pasar con la vida, fluir.

2. Días de tristeza. Tristeza de sabanas sucias como diría Mauricio Montiel Figueiras.

(Una fuga dentro de la fuga; mientras escribo una llamada de Alf. Sucesos pasados buscando notificación, viejas noticias que son nuevas, una cita...)

3. Estos días leyendo Grieta de fatiga de Fabio Morabito, valoro la certidumbre de las grietas: entresijos que permiten el colapso. Aberturas que cuando muestran luz insinúan debilidad. Las grietas son un recordatorio de la fragilidad, ante la petulancia del muro la grieta a manera silenciosa se va expandiendo como un gesto natural hacia el colapso.

4. Ya no la figura sino el espacio de su ausencia.

jueves, 2 de octubre de 2008

un muladar....

1. Un espacio que guarda momentos que se acumulan sin orden preciso. Un desorden que se permite habitar, dar cobijo a aquello que es des-hecho. La realidad cotidiana tan llena de momentos que no pretenden quedarse sino ser; un fluir que nos lleva y casi no vemos. Miradas, gestos y risas. Rostros y algunas palabras. Objetos que siempre son tazas y sillas. Una ventana. Mañanas deshabitadas...

2. ¿Por qué todo tendría que ser trascendental, porque no lo sutil que apenas aparece se nos desvanece?

3. Acumular la transparencia que nunca oculta sino siempre muestra, un arte que busque la desaparición. La grieta antes que el muro.

4. Sí, ojalá un muladar que contenga ese deshecho que quizá es la vida.