miércoles, 21 de enero de 2009

sobre las caídas matutinas que también levantan

Las últimas semanas me he despertado aturdido, con un calor extraño, que duele y entumece; como si mi cuerpo hubiese intentado huir durante el descanso y mi alma (¿?) cansada lo retuviera. No me gusta. Abro los ojos y lentamente voy confirmando que el sueño –uno extraño y desconcertante- ha cedido y la realidad matutina se muestra como una balde de agua fría. Mi cuerpo, extraño y cansado se siente agazapado, no muerto. Ese lapso entre el despertar y el seguir soñando me aterra; a veces el sueño puede más y vuelvo a sus cauces, la pesadilla que no es pesadilla continua y yo sigo queriendo despertar pero no puedo. Las ocasiones que he podido recordar lo soñado me doy cuenta que mientras duermo vivo el sueño como si ya lo hubiera soñado, además, recuerdo tener la sensación de que en aquel viejo sueño todo saliera bien, no obstante, algo ominoso se hace presente y me ha sentir que este sueño puede fallar. Surge el miedo entonces.
Nunca he sido de pesadillas, mis sueños son siempre normales; concreciones de días adonde surgen las personas que vi, los compromisos que hice y los deseos que anhele, no más. Todo mezclado siempre con una cierta ironía.
Esta noche me he dado cuenta que ante todo una ventana se abre en estas semanas de sueños estresantes ya soñados, sucede que las mañanas que despierto aturdido, cuando el sueño ya no es sueño sino simple modorra recuerdo otro sueño mantenido -supongo- horas atrás, un sueño inusitadamente bello, lleno de personas y gestos. Un sueño que no se recuerda por completo pero que estremece y alivia.
La pareja de sueños solo se presenta en sincronía. Me eleva y después me tira. Al final los días se abren y comienza la rutina.

miércoles, 14 de enero de 2009

diario de nada

1. (hace unos días) En el estudio de VC. espío su libros en busca de nada, tan solo recorrer la vista por títulos que no pretendo reconocer . De ese recorrido, por destino o azar, surgen dos libros que inusitadamente adquieren tamaño particular - los demás desaparecen o algo parecido: uno es El espejo enterrado de Carlos Fuentes y el otro es La ignorancia de Milan Kundera. Esos libros son míos, o eran. Había olvidado que tiempo atrás se los había prestado. Entreabro La ignorancia y como si el polvo se materializara una hoja de papel cae... sucede un silencio así, en solitario, la hoja sigue cayendo, despacio. Recojo el papel y me doy cuenta que es una carta, mía de hace tanto, de hace tres años casi. La leo, y conforme avanzo por esas frases -escritas siempre con una letra horrible- me empiezo a reconocer y cual madalena proustiana se empiezan a suceder distintas imágenes cuyo tema es mi amistad con VC, es como si las frases escritas trajeran ese rostro de antaño, ese semblante que no es lo visible sino lo entrañable, lo que se siente pero se calla. Veo a VC. y sonreímos, hay un silencio cerrado, la leemos de nuevo, hay risas; son ya casi tres años que son tanto y sigue.

2. (hace un día) Como aquellas tardes apariencia pérdidas, LOS veo y todo sucede como un pasado que no se deja y duele; no me reconozco en ellos. Un Ellos que antes era inclusivo Nosotros, ahora es un vulgar vestigio de una amistad que fue y ya no es. Todo es una exagerada caricatura de aquello que ya no puede ser; un Nosotros nauseabundo que aun intenta aferrarse a una nada que ya es tanto.
Al final rumbo a casa, surge una sonrisa con nostalgia; la amistad también es un espacio el cual se deja y duele re-conocer. Me duele haber retrocedido en el tiempo y encontrar tan solo un pasado sucio que niego. Sigo pensando… recordando tal vez.
Soy injusto, el pasado no es tiempo que se deja, pervive sutil en los gestos y en los actos, porque no es obvio lo negamos. Yo también soy Ellos, un Nosotros de antes.

3. (Hace unas horas) Regreso a las clases de Ingles y me siento extrañamente cómodo con personas no imaginadas. Ya en el metro una pareja se besa de manera ligera, no los puedo dejar de ver, me escudo en mi libro; su frescura me despierta. Un voceador dormita junto a la torre diminuta de periódicos que aun le quedan, otro hombre con una sonrisa vulgar ve las mujeres elefantas y camaleónicas -como dría Julio Torri- que siempre tiene el metro. Así discurren los días en forma de gestos rellenos nada; esa nada que es el océano de cada quien, por el que la vida se sostiene y tambien sigue.

lunes, 12 de enero de 2009

viñeta burocrática

Después de algunos días de retraso, entrego por fin los libros que saqué de la biblioteca central y de la facultad para el periodo vacacional. Al final no leí tanto como quería, las vacaciones invernales más que de descanso uno se llena de falsos compromisos y citas inexplicables con gente muchas veces indeseable, otros encuentros se vuelven necesarios respiros ante el ruido invernal. Los libros que saqué fueron: Sauce ciego, mujer dormida de Haruki Murakami -algunos relatos, son verdaderamente inolvidables, La luciérnaga por ejemplo; La razón en la sombra de María Zambrano -cuantioso libro que probé a pellizcos; La sociedad mental de Pablo Fernández Christlieb -una necesaria relectura de un libro genial; Psicología del Arte de R. Arheim- ni siquiera lo abrí.

La tarde de entrega había quedado con Va. y Vi. para comer, la estúpida burocracia de la UNAM hizo que llegara !una hora tarde!. Como el periodo de entrega había vencido no me permitieron sacar los libros de la Facultad para poder entregarlos a la biblioteca Central. Una entrega que pudo haber concluido en 10 minutos a lo más, tardo 60 minutos y 4 semblantes de burócratas sin rostro, peleé con todos. Al final creo que la culpa también fue mía, pude haber convencido a la burócrata inicial -la que desencadeno todo- desde el principio con un tono más cordial, la prisa me hizo desvariar. Me precipité.

Recupero un fragmento del Manual del distraído de Alejandro Rossi, en la que narra su penoso encuentro con la burocracia, el texto se llama Crónica Americana;

La burocracia -salvo en paraísos sin duda artificiales-es esa desproporción, esa alquimia que transforma a un vejete pálido o una cincuentona gelatinosa en personajes decisivos e inevitables. Un universo de reyezuelos, sellos, prosa nauseabunda, cuchicheos equívocos, falsos problemas, reglamentos, pasillos, salas de espera, sillones grasientos, incertidumbre y despotismo.

Al final, la comida fue cena pero la noche discurrió con una levedad inusitada. Todo recobra su valor ante la sutil luz de la amistad.

jueves, 8 de enero de 2009

ciudades invisibles

Hoy al despertar, me doy cuenta que la llanta trasera de la bicicleta está ponchada. Sin saber ni cómo ni cuando ha sucedido, permanezco unos segundos sorprendido, como si así, estáticamente, la llanta rejuveneciera y fuera de nuevo esa juventud rodante, siempre incansable. Supongo que fue ayer, cuando choque con una banqueta por la culpa de un perro que salió al paso. Con pereza decido ir caminado por el periódico. Solo de ver el tráfico exagerado me canso. Mientras camino, despierto. Las conductoras lindas me despiertan más bien. Un desprendimiento, surge una intensa sensación; odio la ciudad, su fulgor abstracto me es inasible... hay tantos carros y tantos ruidos, una exageración que no se puede asimilar. Mientras sigo caminando el odio va cejando, pienso en la nota preliminar de Italo Calvino en el libro que saqué ayer de la Vasconcelos, Ciudades Invisibles:
Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero esos trueques no son solo mercancías, son también trueques de palabras, de deseos de recuerdos. Mi libro se abre y se cierra con las imágenes de ciudades felices que cobran forma y se desvanecen continuamente, escondidas en las ciudades infelices.
Entonces me vuelvo honesto con la ciudad, aun de su estado sin-forma me ha dado tantos espacios que son momentos que ya no me pueden dejar, gestos que nacen en ella y extrañamente se quedan, supongo que esa es la mayor virtud de las ciudades, la posibilidad de comunión. Las ciudades no dan tranquilidad pero en ellas se forja la idea de tranquilidad, bajo su ruido incesante se gestan los silencios, las sonrisas fugaces, miradas y abrazos, espacios que, acaso sin darnos cuenta van poblando una ciudad menos visible pero más cercana; la personalidad. O algo con un nombre menos importante y más inclasificable.

Supongo que al final, vivir en una ciudad es buscar los espacios que permiten la intimidad, lugares que crean lo entrañable. Destejer una madeja que a veces se nota imposible.

lunes, 5 de enero de 2009

Phone call

Después de ver, de nuevo, Eternal sunshine... mando un mensaje a Z. El mensaje original no sale, vive diversas variantes, al final sale el peor:

Acabo de ver Eternal Sunshine... tal vez porque la recordamos, o tal vez, por las nostalgias. Así los mensajes sin motivo, así los resplandores.

Z. no contestó. Lo esperaba, aunque deseaba tanto la respuesta. Su silencio es un espacio abierto que no puedo sostener, ni siquiera imaginar. Supongo que el mensaje es confuso, no debí mandarlo sé que no pretendía decirle nada pero al final mis intentos por resanar un gesto que es nada, son infructuosos; vanos intentos que me ahogan. Trató de delimitar un poco su ausencia -!nunca hubo una presencia siquiera! apenas una sutil insinuación-, no obstante al final, va quedando la misma sensación de certidumbre; su silencio es dirigido: indiferencia.

La imagen -mi preferida de tan linda película- es simple un (re)encuentro que no se concluye y se cristaliza en una llamada, todo se abre en apariencia. Supongo que las relaciones entrañables inician con trastabilleos y dudas, lo claro no siempre se nota. La melodía de Jon Brion y la calle tan ausente de presencias inocuas, habitada por una nevada que apenas se muestra. Los sucesos necesarios desarrollan una lógica que desaparece lo exterior, solo queda -aunque sea un momento- lo profundo.

(un paréntesis que es un regreso; tal vez, lo necesario sería cerrar un circulo que nunca se empezó a trazar. Dejar que, delicadamente, el tiempo valla ocultando esta nada que es tanto; una tenue desaparición. Me hubiese gustado platicar tan solo de películas y discos con Z. conversaciones que no pretenden resanar nada ni olvidar tanto, ahora -en este futuro que es presente- todo suena pretencioso. Tal vez soy un fatalista, tal vez... un paréntesis que se cierra sin cerrarse)

Hasta aquí los mensajes sin respuesta, hasta aquí las necesarias desapariciones.

jueves, 1 de enero de 2009

regreso a los días largos

El año se abre y se ve largo, intimidante.