martes, 27 de octubre de 2009

mañanas

Por la mañana, tras la ventana, la ciudad gris y el frío que invita a no salir; las cobijas que abrazan y la cama que sostiene; el café que uno deseara se preparara solo y llegara hasta la cama; los brazos que uno deseara lo retuvieran y así lo contuvieran... eso deseaba en la mañana mientras pensaba como distribuir las tareas que, obviamente acumuladas -fin de semestre, exámenes de ingles, proyectos para UNIVERSUM bla, bla, bla- parecen retenerme. Tal vez por eso, o tal vez aunado a eso, decidí no ir a la universidad, ahora que los tiempos apremian, decidí darme de baja una mañana al menos, viré la rutina. Me quedé despierto oyendo llover, conteniendo las ganas terribles de ir al baño. Ya después, preparé café y subí a la azotea para ser testigo del movimiento que no me contenía, tras la ventana la ciudad que se insinuaba bajo un amarillo grisáceo. Lavé un poco de ropa, me puse a escribir los trabajos pendientes, desayuné.

La mañana sucedió con una quietud vivificante, como para recordarme que la vida sigue su propio curso, y la arrogante velocidad que le añadimos es un atributo de mal gusto. Después de la mañana el trabajo y el idioma fueron más ligeros.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Hoy, depués de la despedida volví sobre nustros pasos. Ya que no me veía la observé subir el puente, estirar los brazos, caminar. Pensé en correr. En alcanzarla y poner mi mano sobre su hombro, hacer que volteara el rostro. Yo corría mientras la miraba, ahí, sentado

domingo, 13 de septiembre de 2009

"la vida es energía"

Hace once minutos comenzó el día; de pequeño no podía concebir que un día comenzara en la oscuridad.

Es de madrugada y hoy no llueve. Extraño el ceseo de lluvia, callada por uniforme, golpeando cada centímetro del domo de la casa. El viernes desperté con una ligera lluvia, adosada por un gris intenso, pesado. Esa mañana una soledad de "sabanas sucias", tristemente, sucias solo de mí.

Hoy, en el UNIVERSUM, un niño de 5 años. Llamemosle Sebastián, quien, ante la pregunta, "¿Qué es la energía?", responde, con un titubeo inicial que después desaparece: "la energía es la vida".

Que es el consuelo sino un soporte, algo que mientras todo cae, bien te aferras y te sostiene. Ayer, mi consuelo que momentaneamente desaparecerá para ser más ella misma. Ante la notica, esa inexplicable sensación de la inmensa felicidad acompasada de una ligera, pero profunda tristeza.

En medio, como dice Wendy Gerra, todos se van.

La vida es energía. Hoy mi energía potencial fue cinética; una larga caminata aunada a una conversación que se prolongo por Metros y paradas. Una I, que aparece como sutil ventana, una ventana que deja entrever tanto. Aún pienso en la tarde, y en la energía; eso que a veces mi vida también, es.

domingo, 23 de agosto de 2009

impactos que no se llenan

Hace ya dos semanas que estoy en el Espacio Infantil de Universum, ¿trabajo? no sé, pero a veces me divierto. A veces viajamos a la luna con cascos y todo, también, buscamos y encontramos los parásitos más comunes que encontramos en casa. A veces salimos al jardín a buscar insectos, liberar mariposas.

Antier encontré en la biblioteca del Espacio: Efraín Huerta para niños el libro está ilustrado por dibujos hechos por niños. Efraín, nació también un 18 de junio pero de 1914...

Ayer, una pregunta que desconcertó, su voz, la de ella diciendo: ¿eres reflexivo verdad? primero un titubeo, la palabra que casi no me gusta musité. Sonrió. Ya después hablamos un poco entorno al constante pensamiento que a veces limita el salto o el cauce; le conté la vez que enclipsado en un extraño dialogo interior choqué con los torniquetes del metro. Al final surgió un recuerdo entorno a un video de Francis Alÿs, ese que se llame If you are a typical spectator, that you really doing i whaithing for the accident to happen ese en donde Alÿs fue envestido por un automovil. Nada grave.

Me da miedo pensar que siempre seré un testigo, aislarme de la realidad y recapacitar cuando sea ya muy tarde. A veces son los autos, a veces no hay impactos, tan sólo una oquedad que no se llena.

domingo, 2 de agosto de 2009

la luna como ninguna

Justo en la parte superior de mi ventana, las últimas noches la luna se ha puesto a mirarme. Aparece puntual y se queda allí velando, susurrando nubes moradas. Cada noche lamento su elección. A veces quisiera ser un poco más interesante para ella, mostrarle noches épicas llenas de vida, de empeños, de otros; así, para que no se aburra, para que no me deje. A veces con pena le obstruyo la mirada, dispongo las cortinas y enciendo la luz de la habitación, así, imagino, verá tan sólo su retrato callado,constante. Si leo, enciendo mi lampara de escritorio y repliego las cortinas, dejándole libre de intermediarios para mirarme, le veo de reojo cada que cambio de pagina o le doy un pequeño sorbo al café o al té. A veces sin lecturas nos dejamos mirar. Cuando gana la vergüenza o la pereza -esa que me gana tanto últimamente- dejo las cortinas extendidas buscando cubrir tan sinuosa mirada, además enciendo el televisor para olvidar tan constante presencia, no obstante en la madrugada, a tientas, recorro un poco la cortina para ver si aún, impasible, me vela.

Ayer comprendí tan cotidianas visitas mientras por el messenger revisaba mi correo, pues encontré una nota en el mail de L, la cual decía: la luna como ninguna; la luna que me deja en cada mirada, los rostros de esos otros -míos-, que en otros cuartos, en otros paises y en otros mundos, tambien descansan. La luna que mira no para contemplarme sino para dejarme en cada velada el gesto nocturno de aquellos a quien quiero, recordandome que aunque en otro lado, también descansan.

Ya no recorro las cortinas, dejo que la noche suceda ante esos ojos que no ven pero sienten, y me abrazan, me arropan.

miércoles, 29 de julio de 2009

faroles suspendidos

Hoy rumbo a CU la prisa y los taxis. El camión lentísimo que parecía caminar cuando yo necesitaba el vuelo. Odio la prisa, me pone nervioso. Los taxistas, el de ayer y el de hoy al menos, con una amabilidad que desarmaba, así pagar no pesa, bueno, un poco pero no tanto.

Hace unos días, mientras caminábamos por el parque España, de noche a media luz, con los faroles como suspendidos en lo follajes oscuros, profundos, M preguntaba que adjetivo desearía que rijiese mi vida, ella elegiría el de amabilidad, el cual tanto le cuesta y tanto le alegra. No contesté súbitamente, no pude caminaba y sentía el dolor de mi empeine izquierdo por mi mala técnica al correr. Seguimos caminando. Después mientras compartíamos suspiros y palabras de despedida contenidas, no dichas, surgió la respuesta; lentitud.

Alguien en La Habana frente al espejo -no recuerdo quien pero sí el contexto en que surge; la naturaleza lenta del movimiento corporal en danza-le hace ver a Alma Guillermoprieto la lentitud natural, no aquella que fuerza el detenimiento, sino aquella que lo produce, ligera, naturalmente. Como la caída de las hojas en otoño, una lentitud no impuesta sino sensible; no detiene sino crea.
Esto no lo pensé frente a M, sino ahora que yace en otro lado, otro país. Nuestras últimas tardes transparentes que dejaron una lentitud que nos permitió una amistad deslizada en la cual nos dejamos caer, contentos.
Al final en una cafetería mientras hablábamos, su abrazo lanzado, súbito. Yo la recibí, y de nuevo frente a la firmeza de los gestos, las palabras, pertinentes, dejaron suceder el gesto. Con ella allí me quedo en ese abrazo, que aun sigue, que aun nos contiene.

Hoy soñé con el último suspiro compartido con M, ambos caminando en un domingo aletargado, de noche. Esta vez no había faroles supendidos, apenas una espesa niebla. Soñé también con la caminata que hacía después de dejarla en su apartamento, una caminata que surgía no para alrgar el momento sino para difuminarlo, para pensarlo; una extensión que creaba. Soñé con los minutos frescos que deja el caminar, la noche. Desperté tranquilo, suspirando también.

domingo, 26 de julio de 2009

miércoles, 8 de julio de 2009

huellas

Hace algunos días leía de frente a la ventana de mi habitación que da a una enorme enredadera, alumbrado apenas por mi lampara de escritorio, Al sur de la frontera, al este del sol de Murakami. Libro que me habían regalado -me lo regaló C, mi C discreta y muy querida, junto a Singapur de A. G. Porta, libro en el que ambos, cual novela de Goran Petrovic nos reencontramos- días atrás, un libro por cierto que hace tiempo pude haber leído y nunca leí. Extraña manera en que el libro se acopló a mi vida de aquellos días que aun son estos días, como si hubiese estado esperando el momento preciso para ser leído; como si supiera que su sentido extraliterario surgiría tan sólo en estos días en que mi pasado -cual el eterno retorno- va dejándose caer en retazos que insinúan ese tiempo perdido, muerto.

La novela que no es más que la historia de un hombre que conforme va viviendo se encuentra con el cauce actual de aquel pasado que dejó; la realidad ridícula de los amores de infancia, la soledad y el presente enclaustrado. Esa es una realidad -el rostro actual del pasado-, la otra es el semblante actual -el propio-, ajeno también a eso que fue.

¿En qué pliegue de nosotros van quedando las miradas, las sonrisas,los primeros besos y el rubor con ellos; el primer estremecimiento?

A veces quiero creer que todo eso que hubo ha dejado un rastro invisible en mí, que todo lo pasado me ha cambiado un poco, que cada beso dado mantiene aún rastros de aquellos otros labios, de aquellas miradas recibidas, de aquellas caricias... cuando me miró en el espejo no veo nada, cierro los ojos y allí está todo...

Hace unos días cuando la besaba me sorprendía la forma en que se entrega en cada beso, esa forma que tiene de cerrar los ojos, de dejar de ver y abrirse a la sensación en sí. Recordé todos los rostros con ojos cerrados que he visto en mi vida, en todos trasluce esa entrega y esa confianza. Pocas veces me he entregado como ella -como ellas-, quisiera volver a sentir esa necesidad de cerrar los ojos y no abrirlos, de entregarme a la sensación en sí... aun hay en mi huellas ligeras de aquella vieja sensación de entrega, quisiera volver a vivirla.

Hace algun tiempo le preste un libro a V, en el libro que le presté hay una huella suya apenas perceptible; la parte inferior de la portada luce ligeramente arrugada...conforme recorro es repliegue con la yema de los dedos, pienso en la enseñanza accidental que me ha brindado y la cual no le he dicho: leer es vivir los libros, vivirlos es pasearlos en tardes de lluvia, es dejar que el café deje su rastro en mancha insinuadas, es subrayar y anotar frases rápidas de lo que pasa con ellos; mi libros, al contrario, en su estante lucen incólumes, nuevos, arrogantes; me he dado cuenta que he vivido con recelo mi amor hacia ellos, les he tenido miedo, le he dejado pocas huellas.

Los libros pero también las personas; nos relacionamos temerosamente con ellas, esperando que apenas dejen rastros. Pero conforme pasa el tiempo y llegan las nostalgias, cerramos los ojos en busca de "algo" y apenas nada.

Atesoro el rastro, la grieta, el pliegue que dice aquí estuvo, aquí he estado, aquí estoy. Desde hace ya varias noches, subrayo mis libros.

jueves, 25 de junio de 2009

cauces incontrolables

1. Después del Ingles empezó a llover, O y yo apenas pudimos guarecernos en un puesto de periódicos. Aprovechamos para conversar y así seguir escuchando el tintineo grave que deja la lluvia al caer. O encendió un cigarro mientras yo me distraía con los carros que apenas pasaban por Insurgentes, no deja de sorprenderme como a veces la lluvia suspende el ritmo citadino; la gente desaparece e inclusive el tráfico aminora, para tiempo después, regresar con la intensidad desbordada de los embotellamientos interminables: la lluvia mientras sucede y no se desborda, siempre es un descanso. Cuando la lluvia cesó ya era de noche, me despedí de O y de forma inusual abordé el metrobús -tan sólo 3 estaciones son las que me separan de Buenavista, mismas que siempre recorro caminando.

2. Bajé del metrobús ya en Buenavista y es ahí, donde primero una mirada, después una duda y al final una certeza; era Ella. Su semblante que se fue reconfigurando a cada paso, su rostro que llevaba una ligera mueca de enojo, su cabello el mismo, y su mirada que aún contenía esa vieja imagen de mi primer estancia amorosa. Iba acompañada, su novio supongo -ese gesto de enojo que no se brinda a cualquiera la delataba- quizá y fue eso y no más, lo que me hizo dudar, titubear. ¿Cuántas veces no pasé frente a su casa esperando verla, unos segundos apenas? después de lo meses y los años, la espera que se colapsa ante el momento decisivo; tal vez tanto tiempo hizó que no encontrara un camino apropiado para cauce tan desbordado.

Ella no me reconoció, su gesto ausente -su ensimismamiento compartido- la desprendía de la gente.

3. Reaccioné y yo estaba afuera y ella adentro. Pensé en llamarle, gritarle, decirle A soy yo, soy Erik, ¿te acuerdas?... pensé eso y sentí su reconocimiento, pensé en entrar y saludarla, abrazarla, pensé y reconocí la situación, Ella abordando el metrobús, lléndose de nuevo, mientras la vida con ella, se resurgía en mí.

4. Ya en el metro una sensación distinta, algo lejano a la tristeza pero no tan grande como la felicidad, nostalgia supongo, de eso que tuve y ya no es. Pensé en llamarle, aún recuerdo su teléfono, pensé en buscarle aún recuerdo donde vive, pero la fatalidad de toda búsqueda me hizo desistir. Mi rostro reclinado en la ventana sintiendo Saudades más bien.

5. Ella está viva y yo la busco como sin buscarla. Cada que paso nuevamente por la estación de Buenavista, entreno la mirada, la agudizo, ahora sí, listo para saludarla.

lunes, 1 de junio de 2009

lunes, jueves y domingo

1. Es fin de semestre y todos -o casi todos- lucen consumidos por trabajos odiosos que han quedado rezagados: bibliotecas llenas, presiones vanas. Todos tan ocupados que no se preocupan en vivir, todos excepto L que me invita a comer y a sentir. No obstante, la explanada de la Facultad luce un semblante inmejorable; el de la ausencia de su propia plaga -estudiantes dispuestos al sol. Tal vez yo también debería abarrotar la biblioteca, debería repasar libros que no importan y preocuparme por trabajos que no me interesan, formar parte. Pero hoy al ver la explanada vacía ante la tarde nublada decido quedarme fuera un poco más y no pertenecer. Aunque ante la presión parezca que la vida pasa, la humilde verdad -o su símil acaso- es que se desdibuja al hacer aquello que no nos contiene: la verdadera vida es la de todos los días y no la de fin de semestre; esa que aunque se pronuncia fuerte apenas nos habla.

2. En el café que nos ha visto crear las platicas más entrañables L me habla de la sensación que se va creando entorno a su partida; es por ella que he decidido concentrarme en lo que se va aunque no se anuncia; la estética sutil que no grita pero es imprescindible, que nos deja a cada paso y se recrea para volverse a desvanecer. Esa tarde ante el sol que salía y se escondía ante la joven que nos atendía -que en un ayer metafórico era una niña apenas- me doy cuenta que L es, que siempre ha sido mi estética sutil, la más callada.

3. Es domingo y la noche no cae sino se levanta -como tan bien dice Rodrigo Fresan en La velocidad de las cosas, libro el cual sea dicho de paso voy comenzando con intensa simpatía- con algunas gotas de una lluvia que comienza a terminar, leo un poco a la luz del crepúsculo y de la ayuda de una pequeña lámpara recién comprada. La tarde que ya es noche, huele calladamente a tierra mojada, el olor convive por mi ventana abierta a la tarde-noche. Mi cuarto, que da a nuestro pequeño jardín trasero, queda de frente ante una pareja de colibríes que, de un tiempo a esta parte, albergamos con orgullo. De vez en cuando la lectura se suspende y deja que la mirada, también se alze y los veo comer en la fuente llena de granadina y colocada a su disposición , los veo además, corretearse y danzar en una especie de caza juguetona, en un momento casi mágico un colibrí se posa justo enfrente de mi, de mi ventana, lo veo y me siente – me siente lo sé, luce tan cercano; imagen suspendida que dura unos segundos apenas, aunque estoy seguro que ese momento fue más -mucho más- que sólo unos segundos.

Al final la vida va siendo como ese colibrí detenido que se posa frente a nosotros y que con su estética sutil pocas veces alcanzamos a ver.

domingo, 17 de mayo de 2009

el agua que no deja de absorberse

Antes de la noche y después de clase, un paréntesis que se abre mientras camino rumbo al metro; casi siempre treinta minutos o menos. Supongo que al caminar me voy dejando un poco en cada paso. Aun de realizar la misma caminata 3 veces a la semana en el mismo horario, pocas veces vuelvo a ver rostros de días anteriores; siempre es gente nueva, desconocida.

A veces cuando camino, añoro alguna compañía. Siempre que hay alguna, la detesto.

La caminata que es el dialogo privado. Los pasos y las palabras que se piensan, las imágenes que se suceden, las compañías que se añoran. Mi paréntesis que permite aclararme un poco ante mí mismo. Siempre en el mismo lugar, una coladera abierta -se sabe los lugares pocas veces deciden irse- que incita a caer. Siempre al verla, un temor por algún descuido y alguna caída inevitable -se sabe el miedo ante lo cotidiano, pocas veces se va.

El miércoles en mi paréntesis, descubrí las decenas de charcos que fueron quedando después de la lluvia de media tarde. Antes de los charcos, la clase y las lluvia que en cada gota iba dejando un sonido que después fue el silencio. En clase, a través de la ventana, veo las gotas caer ante el pavimento, la velocidad en que se suceden las unas con las otras me hipnotiza, la mirada se alza y afirma el cielo que continua nublado. Surge la pregunta que de niño formulaba; ¿cuanta agua caera en cada llovizna? Después de eso la tarde que cede y la noche se va creando. En el agua estancada, las ramas de los arboles que se reflejan; el agua que no se deja de absorber y tampoco deja de ser agua.

Pienso en un compañía que no cansaría: su semblante ante clase contenida y ella a un lado de la ventana inclina el rostro para leer un poco. Recuerdo las palabras que nunca digo cuando estoy frente a ella; la sensación de pasmo. Imagino la forma en que tal vez, caminaríamos; las palabras calladas y los cabellos volando por el viento vespertino, la luz gris que ilumina la tarde y la presencia de la noche.

Ya en el metro, después de los charcos, me doy cuanta que fueron treinta minutos o más.

lunes, 27 de abril de 2009

llamadas encontradas

1. En un supuesto 'ahora' que no es hoy, estaría caminando por CU rumbo al metro. Después de la clase de P. F. Chr. estaría con el ímpetu renovado para acelerar la velocidad de mis lecturas, estaría un poco más contento. Estaría, también, viendo caer la tarde y sintiendo el viento ligero que siempre antecede la sutil caída de la noche. Hoy habría comido con ellos, hace una semana como sin querer, rompimos nuestro pacto implícito y no hubo comida. Ahora no sé hasta cuando habrá de nuevo. Hoy apenas la casa y algunas lecturas. He empezado por fin Fado Alejandrino de Antonio Lobo Antunes. Leí algunos ensayos de Guy Davenport...

2. No sé por qué subo a la azotea para hablar por teléfono con M, con sorpresa me entero que se ha marchado a Querétaro. Estaba tomando un café con su mamá. La llamada fue breve pero me puso de buen humor. Después de eso, veo lo que puedo de la ciudad, las calles viven como si nada, o al menos eso reflejan las construcciones sombrías; normalidad, en eso quiero creer. Veo apenas tres personas, las tres con cubrebocas. Sigo mirando...

3. Hace un rato hable con V. ayer soñé con ella, no recuerdo que pasaba en el sueño. Hablamos, primero del tema 'trivial' después los temas fueron sucediendo, hicimos planes para ese futuro que por hoy se ve distante, no obstante mientras lo nombramos, lo sentí real, posible. La vida se ha tranquilizado de nuevo.

miércoles, 22 de abril de 2009

guardo el viento en esta nota

Aquí adentro -¿afuera?- en una de la terrazas de la Vasconcelos, leo los Diarios Indios de Chantal Maillard. Surge, entonces, la frase: "la mirada que se desborda..." y como gesto natural alzo la vista y la dejo expanderse al tamaño de la tarde, tarde nublada por cierto, que deja entrever una ligera lluvia. Me pregunto; ¿Acaso veo las gotas, o es tan solo el sonido inconfundible de la lluvia el que me hace sentir, que las veo?
Siento, tambien una ligera corriente de aire que enreda un poco mi cabello, ahora una corriente más intensa alebresta las notas que voy escribiendo conforme leo. Aun tengo que ir a clase de Ingles, la tarde no obstante se siente intensa, no hay cansancio. El viento se ha llevado ya un poco de mí; quedo un poco más ligero.

domingo, 19 de abril de 2009

Ha sido un fin de semana nublado, me he quedado casi todo el tiempo en casa. Apenas y he notado la vida - la de afuera- cuando salí por jugo y un poco de pan. Soy ajeno a la colonia donde vivo. Me he dejado succionar por un nada que cada vez me cuesta más trabajo. Ayer, todo el día, viendo Six feet under, no puedo dejar de verla y conmoverme. Tambien me hace enfadar y me entristece; querer decir y no poder, querer estar y no poder estar, querer vivir y tampoco poder.

Hoy he leído un poco de Adam Zagajewsky, su hermoso libro En la belleza ajena. Estoy a punto de terminarlo. He intentado escribir y no he podido. Parece que de nuevo voy cayendo.

V. me manda un bonito mensaje que no he podido contestar, precisamente, por no saber qué contestar:
 Tan solo para saber de tí. Has conocido a alguien interesante?

martes, 7 de abril de 2009

la niebla que se disipa

1. Viernes suspendido; después de la comida, ya entrada la noche, L y yo decidimos fugarnos y alargar -ahora sí- un poco más la noche. No más sueños. Bebemos café y nos reímos al recordar al 'gordito' que atendía la cafetería y el cual, simpáticamente, le coqueteaba y que al salir del local le oí llamarme afortunado, pensando un poco, supongo, en la madrugada que se comenzaba a insinuar. Lo soy. En ese momento vienen a mí las frases últimas con las que Hector Manjarrez cierra su diario citadino, El bosque en la ciudad:
¿A donde van con sus pequeñas mochilas? Se ha dicho que la juventud es algo demasiado precioso para desperdiciarlo en los jóvenes. En estos dos ciertamente no se desperdicia ni tantito. Yo fui así muchas veces, creo.
Tomamos el café en el carro, L toma mi mano y delicadamente la va durmiendo. Le comento lo escuchado y las frases de Manjarrez, ríe y me aprieta un poco más. Pocas palabras. L me dice que alguna vez, en una circunstancia parecida ya le había compartido aquella frase. Sonrío. La noche sigue, el café las manos y los gestos; afuera la vida pasa, aquí se queda.

2. Ayer (¿o antier?) una foto de Manjarrez en La Jornada, se le ve un poco entrado en kilos, con el rostro un tanto adusto, aún de ser su lector no le conocía el semblante. Recordé las tardes en el piso seis de la torre de humanidades en el CENART; el cursillo de Christopher Domínguez en el que leímos Rainey, el asesino. También recordé mi primer lectura de La maldita pintura la cual me desconcertó. Pero sobre todo recordé ese genial libro suyo que es El bosque en la ciudad el cual apenas unas noches antes, rememoraba con L. Supongo que ese es mi Manjarrez más querido. La breve entrevista en La Jornada fue una extraña continuación a aquella lectura, descubrí por ejemplo, que aquella niña del diario que cuando iba al baño a liberar a Willy tiene ahora, más o menos, mi edad. Al fin de la lectura, no se porque una cierta nostalgia, ¿de qué, de la lectura o del paso de mi tiempo, uno que casi siempre siento estático?

3. Manjarrez, El bosque … y L un triángulo de antes ahora es distinto; he ahí mis nostalgia. Pero toda nostalgia es también el espacio que se abre y deja la luz, (Desear es recordar ese objeto, disparar contra su imagen, dice Paz) esa niebla que hubo entre nosotros, se va disipando. Ahora la luz ya no es pasado, es presente:
Nosotros somos así muchas veces.

martes, 24 de marzo de 2009

la velocidad de la luz

1. La portada -que ilustra tan bien la novela- es concreta; la espalda de Rodney que insinúa una figura que no se deja de mostrar; toda relación ¿no es acaso eso?: el semblante conocido que pensamos cercano y un día como de imprevisto demuestra todo lo ajeno, todo lo extraño que en verdad es; somos sombras -y como toda sombra-inapresables.
La espalda, al dar vuelta qué dará, no un rostro pero si una historia, que tal vez, aun de contarla, no se entienda.


2. Como la velocidad de la luz, o incluso un poco más rápido, el domingo por la mañana, después de despertar -y de soñar con L, mi L en fuga- terminé la novela de Javier Cercas. Me encantó. Pase toda la tarde pensando en ese suceso genial que es la amistad y que también, a veces,
perdonen
se padece -ese contar al que se refiere Javier Marías adonde la historias –en este caso de nuestras amistades- no nos dejan y padecemos ("Ojalá nadie nos pidiera nunca nada, ni casi nos preguntara, ningún consejo ni favor ni préstamo...") y después sin olvidarlas, seguimos ya más débiles ; toda amistad es una compenetración de intimidades de la cuales, uno ya no queda nunca indiferente.

3. La tarde paso , también, con el entrecruzamiento de ese sueño extraño con L: ambos en un transporte parecido al metrobus, el cual iba vacío y se conducía sin chofer, ella sentada viendo a la ventana a una ciudad nocturna que no se dejaba de mostrar, yo con una sensación de haber llegado tarde y con un una sensación de imposibilidad al no poder decirle a L, que me apetecía estar un poco más con ella. Eso fue el sueño no más.
Ya en la tarde la muerte de Rodney por ese pasado que no nos deja -"yo ya lo he olvidado, lo que pasa es que eso no me olvida a mí". Despues casi nada, o muy poco.

(Un paréntesis; ahora que escribo pienso que el trayecto del sueño fue muy parecido al trayecto que sucedió cuando L y yo acudimos a la presentación del ‘Diccionario crítico…’ de Christopher Domínguez. Ya de regreso –aun recuerdo- me sentí con la imposibilidad de poder alargar esa tarde-noche después de la presentación, adonde ya no hubo palabras, sino algo más, algo extraño que tanto quise alagar pero no pude, no supe; nunca volví a sentir tan cercana a L desde esa noche en el metrobus. Con razón la sensación en el sueño de ya haberlo vivido.)

3. Apunto de dormir viendo por fin Twin Peaks -que Alf, de nuevo me prestó- sucede el insight siempre con su carga de obviedad al lado; mi historia con L es parecida a la del narrador con Rodney en la novela, y la cual , es tal vez, la síntesis de muchas amistades. Tal vez no:
Una sincronía en un comienzo, luego una retribución de sutiles gestos, luego una correspondencia entrañable ante la incertidumbre de uno, después una distancia, luego cuando el otro necesita tanto como el primero, la sincronía se ha alterado y ya no hay circulo sino, más bien, algo inacabado. Al final un remordimiento y la necesidad de cerrar; en la novela Roadney muere; en mi historia con L antes de la desaparición un prorroga, apenas breve; "siempre queda, un poco más y porque no seguir un minuto, la lanza, un segundo, la fiebre, y otro segundo, el sueño ..." J. Marías de nuevo; aquí -entre nosotros L- aun hay segundos antes del sueño, uno y otro y otro...

4. Ahora, al escribir y pensar, sé como termina mi sueño; antes de que L baje en esa estación que es su destino, le tomo del brazo, voltea, un segundo, no hay palabras porque hay sentimiento, otro segundo, una mirada, un segundo más, un gesto y un detenimiento -el último segundo es todo el tiempo. Despierto. Ahí quedamos y aun estamos; detenidos ...

domingo, 15 de marzo de 2009

pendientes

1. La semana inconclusa tan llena da actos no hechos, de saltos eclipsados, de caídas contenidas. Otra semana más que es tantas semanas. Semana sábado en madrugada que es domingo. Solo en casa, contenido.

2. Esta semana no la vi ni una vez, apenas un mensaje que no contestó. Últimamente su compañía había ocultado, un poco, mi soledad. Compañía que era paliativo y olvido. Ahora sé que nuestro viaje cada vez será más inconcluso; de nuevo el plan que ahoga el salto.

3. Por fin conseguí Synecdoche, New York de Charlie Kaufman -alf me la regalo, aún no la veo. Espero verla con Ella, ver también todas esas películas pospuestas, retener de nuevo el aliento en un gesto de reconocimiento, mientras recuerdo a Joel Barish y aun a Charlie Kaufman -si el de Adaptation. Pensar, mientras veo, en sus otras películas en las tanto me enceutro.

4. Necesito retomar el ensayo del silencio. Escribir, escribir, escribir...

6. "Este es el primer día del resto de mi vida... soy un chiché ambulante"

7. Hace ya tantas noches, mientras hablaba con M -mi unica M, tan mía que no me deja- por msn, al querer escribir 'Fue' escribí 'Fe', así sin pensarlo. No me había dado cuenta hasta que ella lo notó. Ese lapsus escrito me desconcertó; más allá de todo lo que no quiero, voy encontrando lo que necesito, sé que quiero creer, tener , así sin pensarlo.

8. Es sábado y ya es domingo. La semana que no cierra y ya siento perdida.

domingo, 1 de marzo de 2009

viernes en domingo

Viernes; mañana de conclusiones. Hace un tiempo ambos quedamos en participar en la convocatoria de la revista Punto de Partida. Pláticas que fraguaron ilusiones de proyectos y escritos. Esta mañana ella ha llevado dos textos; un ensayo y un cuento, he leído ambos, hubo correcciones en el proceso. Se le nota contenta. Yo en cambio no termine nada. Me escudo en la inacción. Elogio de los ingenios estériles dijo Julio Torri. Sí y no; en mí no hay ingenio, más que escritor del No, soy del nunca. Una postergación que de nuevo es la salida más fácil. A Ella la veo aun entusiasmada, la trascendencia no es el resultado sino el hecho de dar pasos. Generar movimiento dice Ella.

Viernes; tarde comida y planes. Con Ella y con Ellos (dos que a veces son uno) voy a la feria de Minería. Antes visitas casi diarias, ahora tan solo esta y sin mucho ímpetu. Lo mismo sucede con el Ficco; pocas películas muchos planes. Antes venía con afán descubridor, era mi contacto más directo no con la literatura sino con el mundo literario, el sueño de alguna vez pertenecer; aun recuerdo la Antigua Capilla a reventar ante el homenaje a Pitol por el Cervantes, aun recuerdo a L. -esa L. que ya no puede ser nombre y pasado común, ahora tal vez es, apenas, algunos gestos- a mi lado haciendo inocentes preguntas. Ayer soñé con ella (jueves). Quizá por eso ya no vengo porque aquellos tiempos de ilusiones fueron un lastre que tanto costo quitar. Quiero creer que cada vez ese pasado es menos sombra y más nube.
Con Ella entro a una charla entre Antonio Ortuño y Nicolás Cabral. A Ella le cae mal Ortuño, se pone de malas incluso. Termina la plática y caminamos y vemos libros. Leemos solapas. Otro motivo más obvio; uno no regresa porque ve todos los libros que pudiera comprar y que en ese ahora se vuelven imposibles de adquirir.

Viernes; noche y café. Caminamos ya de noche en busca de un café. Ellos y Ella ahora conmigo, habitampos un Nosotros. La noche es demasiado fresca después del encierro que siempre es estar en Minería. El café se vuelve la postergación de tan linda tarde. Ya en el café hay plática y una oscuridad de velas que borra los gestos más sutiles. A Ella con las sombras, la veo detenidamente cuando habla de Freud -su pasión manifiesta; su rostro que cobra ligereza y los ojos un brillo, sus frases salen rápidas pero articuladas. Ellos que son dos, a mi lado escuchan y preguntan. Sí, aunque callo me siento contento. Muy contento. Estoy en calles que forjaron mi pasado y siento, por fin, un tibio pero constante presente.

Viernes; más noche y caminando. Ella y yo decidimos regresar caminando desde el centro a su casa. Cuarenta minutos más o menos. Venus y la luna aun se ven en pareja. La caminata va en silencio y en planes de acciones. Ahora no solo siento la movilidad física de caminar sino también la espiritual que siente ganas de saltar de nuevo.

viernes, 20 de febrero de 2009

sobre el instante inaugural

El arte de la fuga de Sergio Pitol, fue -hace tres años más o menos- el primer libro que saque de la Vasconcelos. Aún recuerdo esos primeros fragmentos de la lectura iniciada en el metro: las imágenes venecianas que se recorren sin lentes; el hecho de caminar no siguiendo itinerario sino dejándose fluir con el río que siempre son las calles.
Hoy de nuevo en la Vasconcelos, con un no-sé-que-de-nostalgia, me puse a pensar en Pitol, en la casa confortable que siempre son para mí sus textos, la tranquilidad y la alegría que siempre me dejan. Con ese no-sé-que-de-nostalgia opte por releer un poco El arte de la fuga. Después de una lectura desordenada que toma un poco de aquí y allá -perdido entre descripciones de ciudades y amigos, lecturas y traducciones- sufro un leve sobresalto ante la irrupción de una linda bibliotecaria (eso, obviamente lo sabría después de haber arruinado el encuentro), por los audífonos del ipod no entiendo lo que dice y mi rostro lanza un gesto de desconcierto; uno grosero, áspero y cortado. Veo su extrañeza, trato de revertir ese primer contacto. La chica hace unas preguntas de rutina y siento en ella, una leve molestia (un certidumbre instintiva; aun de no conocerla algo en su semblante ha cambiado, eso creo). Trato de buscarle la mirada y apenas encuentro su rostro en un rápido viraje. Se aleja caminando rápidamente. Después de eso la lectura ya no se reanuda, pienso en la platica que pudo haber sido; los encuentros que tal vez pudiesen haber sucedido de haber reaccionado de una manera más amable, más sutil. Mientras trato de retomar la lectura, pienso en el instante inaugural de este desencuentro: ¿en qué momento mi rostro opto por su semblante más adusto?El instante que genera destinos y cifra las relaciones -el momento en que se desata la extraña sincronía de las pasiones- es, precisamente, el instante que siempre brilla por su ausencia porque aun de su importancia nunca lo identificamos (como dice P.F.Chr) y mucho menos, controlamos. Apenas sentimos su paso ligero que anuda y desenrolla caminos. La vida se sabe, sucede antes de darnos cuenta

sábado, 7 de febrero de 2009

la profundidad es...

Sabado nocturno en placiente devenida, leo la genial entrevista a Alessandro Baricco realizada por Claudio Magris entorno a la reciente publicaciónen castellano del libro Los barbaros de Baricco. Dos escritores italianos, generaciones distintas; Magris mantiene sus reservas ante los cambios trepidantes de la sociedad moderna; Baricco más impetuoso y optimista, muestra su fascinación no exenta de incertidumbres. No obstante el dialogo fluye y hay convergencias, un mismo camino quizá. La entrevista en la versión cibernética de Letras libres. Yo más cercano aún a Magris y a su literatura recojo un fragmento apenas breve entono a la idea de profundidad, ese atributo en aparente desgaste:

Pero la profundidad no está necesariamente ligada a la falsa ética del sacrificio.Sumergirse y volverse a sumergir en un texto –en un amor, en una amistad, en vez de tocarlos de pasada como lo hacen hoy los bárbaros– no quiere decir deslomarse cavando como un forzado en una mina, pero es como zambullirse repetidamente en el mar y descubrir cada vez nuevas luces y colores que enriquecen las precedentes, o como hacer el amor muchas veces con una persona amada, cada vez más intensamente gracias a la libertad de la confianza incrementada.

viernes, 6 de febrero de 2009

una semana que ya es ausencia y tanto

Regreso a los días universitarios. Retorno a la tranquilidad de la rutina establecida. El café de la mañana y los rostros conocidos en la cafetería de Arquitectura; después la Facultad casi vacía y la lectura breve en su explanada; algunas irrupciones, unas entrañables y otras nefastas; la clase (ahora repleta) de Pablo Fernández Christlieb; tantos rostros muchos necesarios... el caminar de ella y los abrazos de tantas M´s... una L. en fuga que es sutil aparición; conversaciones y miradas... las dobles V´s que ahora son un circulo... MU. y yo desayunando y comiendo, disfrutando también a Fernando Ortega en un MUCA tan callado, tan blanco

Queda de la semana un perfil que no se va; la clase repleta y casi a la ventana veo su rostro a media forma, CU se abre a su costado, su cabello que armoniza y apenas invade su cara, su mano removiéndolo, el semestre inicia y ya es entrañable. Las mañanas han sido frías...

miércoles, 21 de enero de 2009

sobre las caídas matutinas que también levantan

Las últimas semanas me he despertado aturdido, con un calor extraño, que duele y entumece; como si mi cuerpo hubiese intentado huir durante el descanso y mi alma (¿?) cansada lo retuviera. No me gusta. Abro los ojos y lentamente voy confirmando que el sueño –uno extraño y desconcertante- ha cedido y la realidad matutina se muestra como una balde de agua fría. Mi cuerpo, extraño y cansado se siente agazapado, no muerto. Ese lapso entre el despertar y el seguir soñando me aterra; a veces el sueño puede más y vuelvo a sus cauces, la pesadilla que no es pesadilla continua y yo sigo queriendo despertar pero no puedo. Las ocasiones que he podido recordar lo soñado me doy cuenta que mientras duermo vivo el sueño como si ya lo hubiera soñado, además, recuerdo tener la sensación de que en aquel viejo sueño todo saliera bien, no obstante, algo ominoso se hace presente y me ha sentir que este sueño puede fallar. Surge el miedo entonces.
Nunca he sido de pesadillas, mis sueños son siempre normales; concreciones de días adonde surgen las personas que vi, los compromisos que hice y los deseos que anhele, no más. Todo mezclado siempre con una cierta ironía.
Esta noche me he dado cuenta que ante todo una ventana se abre en estas semanas de sueños estresantes ya soñados, sucede que las mañanas que despierto aturdido, cuando el sueño ya no es sueño sino simple modorra recuerdo otro sueño mantenido -supongo- horas atrás, un sueño inusitadamente bello, lleno de personas y gestos. Un sueño que no se recuerda por completo pero que estremece y alivia.
La pareja de sueños solo se presenta en sincronía. Me eleva y después me tira. Al final los días se abren y comienza la rutina.

miércoles, 14 de enero de 2009

diario de nada

1. (hace unos días) En el estudio de VC. espío su libros en busca de nada, tan solo recorrer la vista por títulos que no pretendo reconocer . De ese recorrido, por destino o azar, surgen dos libros que inusitadamente adquieren tamaño particular - los demás desaparecen o algo parecido: uno es El espejo enterrado de Carlos Fuentes y el otro es La ignorancia de Milan Kundera. Esos libros son míos, o eran. Había olvidado que tiempo atrás se los había prestado. Entreabro La ignorancia y como si el polvo se materializara una hoja de papel cae... sucede un silencio así, en solitario, la hoja sigue cayendo, despacio. Recojo el papel y me doy cuenta que es una carta, mía de hace tanto, de hace tres años casi. La leo, y conforme avanzo por esas frases -escritas siempre con una letra horrible- me empiezo a reconocer y cual madalena proustiana se empiezan a suceder distintas imágenes cuyo tema es mi amistad con VC, es como si las frases escritas trajeran ese rostro de antaño, ese semblante que no es lo visible sino lo entrañable, lo que se siente pero se calla. Veo a VC. y sonreímos, hay un silencio cerrado, la leemos de nuevo, hay risas; son ya casi tres años que son tanto y sigue.

2. (hace un día) Como aquellas tardes apariencia pérdidas, LOS veo y todo sucede como un pasado que no se deja y duele; no me reconozco en ellos. Un Ellos que antes era inclusivo Nosotros, ahora es un vulgar vestigio de una amistad que fue y ya no es. Todo es una exagerada caricatura de aquello que ya no puede ser; un Nosotros nauseabundo que aun intenta aferrarse a una nada que ya es tanto.
Al final rumbo a casa, surge una sonrisa con nostalgia; la amistad también es un espacio el cual se deja y duele re-conocer. Me duele haber retrocedido en el tiempo y encontrar tan solo un pasado sucio que niego. Sigo pensando… recordando tal vez.
Soy injusto, el pasado no es tiempo que se deja, pervive sutil en los gestos y en los actos, porque no es obvio lo negamos. Yo también soy Ellos, un Nosotros de antes.

3. (Hace unas horas) Regreso a las clases de Ingles y me siento extrañamente cómodo con personas no imaginadas. Ya en el metro una pareja se besa de manera ligera, no los puedo dejar de ver, me escudo en mi libro; su frescura me despierta. Un voceador dormita junto a la torre diminuta de periódicos que aun le quedan, otro hombre con una sonrisa vulgar ve las mujeres elefantas y camaleónicas -como dría Julio Torri- que siempre tiene el metro. Así discurren los días en forma de gestos rellenos nada; esa nada que es el océano de cada quien, por el que la vida se sostiene y tambien sigue.

lunes, 12 de enero de 2009

viñeta burocrática

Después de algunos días de retraso, entrego por fin los libros que saqué de la biblioteca central y de la facultad para el periodo vacacional. Al final no leí tanto como quería, las vacaciones invernales más que de descanso uno se llena de falsos compromisos y citas inexplicables con gente muchas veces indeseable, otros encuentros se vuelven necesarios respiros ante el ruido invernal. Los libros que saqué fueron: Sauce ciego, mujer dormida de Haruki Murakami -algunos relatos, son verdaderamente inolvidables, La luciérnaga por ejemplo; La razón en la sombra de María Zambrano -cuantioso libro que probé a pellizcos; La sociedad mental de Pablo Fernández Christlieb -una necesaria relectura de un libro genial; Psicología del Arte de R. Arheim- ni siquiera lo abrí.

La tarde de entrega había quedado con Va. y Vi. para comer, la estúpida burocracia de la UNAM hizo que llegara !una hora tarde!. Como el periodo de entrega había vencido no me permitieron sacar los libros de la Facultad para poder entregarlos a la biblioteca Central. Una entrega que pudo haber concluido en 10 minutos a lo más, tardo 60 minutos y 4 semblantes de burócratas sin rostro, peleé con todos. Al final creo que la culpa también fue mía, pude haber convencido a la burócrata inicial -la que desencadeno todo- desde el principio con un tono más cordial, la prisa me hizo desvariar. Me precipité.

Recupero un fragmento del Manual del distraído de Alejandro Rossi, en la que narra su penoso encuentro con la burocracia, el texto se llama Crónica Americana;

La burocracia -salvo en paraísos sin duda artificiales-es esa desproporción, esa alquimia que transforma a un vejete pálido o una cincuentona gelatinosa en personajes decisivos e inevitables. Un universo de reyezuelos, sellos, prosa nauseabunda, cuchicheos equívocos, falsos problemas, reglamentos, pasillos, salas de espera, sillones grasientos, incertidumbre y despotismo.

Al final, la comida fue cena pero la noche discurrió con una levedad inusitada. Todo recobra su valor ante la sutil luz de la amistad.

jueves, 8 de enero de 2009

ciudades invisibles

Hoy al despertar, me doy cuenta que la llanta trasera de la bicicleta está ponchada. Sin saber ni cómo ni cuando ha sucedido, permanezco unos segundos sorprendido, como si así, estáticamente, la llanta rejuveneciera y fuera de nuevo esa juventud rodante, siempre incansable. Supongo que fue ayer, cuando choque con una banqueta por la culpa de un perro que salió al paso. Con pereza decido ir caminado por el periódico. Solo de ver el tráfico exagerado me canso. Mientras camino, despierto. Las conductoras lindas me despiertan más bien. Un desprendimiento, surge una intensa sensación; odio la ciudad, su fulgor abstracto me es inasible... hay tantos carros y tantos ruidos, una exageración que no se puede asimilar. Mientras sigo caminando el odio va cejando, pienso en la nota preliminar de Italo Calvino en el libro que saqué ayer de la Vasconcelos, Ciudades Invisibles:
Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero esos trueques no son solo mercancías, son también trueques de palabras, de deseos de recuerdos. Mi libro se abre y se cierra con las imágenes de ciudades felices que cobran forma y se desvanecen continuamente, escondidas en las ciudades infelices.
Entonces me vuelvo honesto con la ciudad, aun de su estado sin-forma me ha dado tantos espacios que son momentos que ya no me pueden dejar, gestos que nacen en ella y extrañamente se quedan, supongo que esa es la mayor virtud de las ciudades, la posibilidad de comunión. Las ciudades no dan tranquilidad pero en ellas se forja la idea de tranquilidad, bajo su ruido incesante se gestan los silencios, las sonrisas fugaces, miradas y abrazos, espacios que, acaso sin darnos cuenta van poblando una ciudad menos visible pero más cercana; la personalidad. O algo con un nombre menos importante y más inclasificable.

Supongo que al final, vivir en una ciudad es buscar los espacios que permiten la intimidad, lugares que crean lo entrañable. Destejer una madeja que a veces se nota imposible.

lunes, 5 de enero de 2009

Phone call

Después de ver, de nuevo, Eternal sunshine... mando un mensaje a Z. El mensaje original no sale, vive diversas variantes, al final sale el peor:

Acabo de ver Eternal Sunshine... tal vez porque la recordamos, o tal vez, por las nostalgias. Así los mensajes sin motivo, así los resplandores.

Z. no contestó. Lo esperaba, aunque deseaba tanto la respuesta. Su silencio es un espacio abierto que no puedo sostener, ni siquiera imaginar. Supongo que el mensaje es confuso, no debí mandarlo sé que no pretendía decirle nada pero al final mis intentos por resanar un gesto que es nada, son infructuosos; vanos intentos que me ahogan. Trató de delimitar un poco su ausencia -!nunca hubo una presencia siquiera! apenas una sutil insinuación-, no obstante al final, va quedando la misma sensación de certidumbre; su silencio es dirigido: indiferencia.

La imagen -mi preferida de tan linda película- es simple un (re)encuentro que no se concluye y se cristaliza en una llamada, todo se abre en apariencia. Supongo que las relaciones entrañables inician con trastabilleos y dudas, lo claro no siempre se nota. La melodía de Jon Brion y la calle tan ausente de presencias inocuas, habitada por una nevada que apenas se muestra. Los sucesos necesarios desarrollan una lógica que desaparece lo exterior, solo queda -aunque sea un momento- lo profundo.

(un paréntesis que es un regreso; tal vez, lo necesario sería cerrar un circulo que nunca se empezó a trazar. Dejar que, delicadamente, el tiempo valla ocultando esta nada que es tanto; una tenue desaparición. Me hubiese gustado platicar tan solo de películas y discos con Z. conversaciones que no pretenden resanar nada ni olvidar tanto, ahora -en este futuro que es presente- todo suena pretencioso. Tal vez soy un fatalista, tal vez... un paréntesis que se cierra sin cerrarse)

Hasta aquí los mensajes sin respuesta, hasta aquí las necesarias desapariciones.

jueves, 1 de enero de 2009

regreso a los días largos

El año se abre y se ve largo, intimidante.