domingo, 2 de agosto de 2009

la luna como ninguna

Justo en la parte superior de mi ventana, las últimas noches la luna se ha puesto a mirarme. Aparece puntual y se queda allí velando, susurrando nubes moradas. Cada noche lamento su elección. A veces quisiera ser un poco más interesante para ella, mostrarle noches épicas llenas de vida, de empeños, de otros; así, para que no se aburra, para que no me deje. A veces con pena le obstruyo la mirada, dispongo las cortinas y enciendo la luz de la habitación, así, imagino, verá tan sólo su retrato callado,constante. Si leo, enciendo mi lampara de escritorio y repliego las cortinas, dejándole libre de intermediarios para mirarme, le veo de reojo cada que cambio de pagina o le doy un pequeño sorbo al café o al té. A veces sin lecturas nos dejamos mirar. Cuando gana la vergüenza o la pereza -esa que me gana tanto últimamente- dejo las cortinas extendidas buscando cubrir tan sinuosa mirada, además enciendo el televisor para olvidar tan constante presencia, no obstante en la madrugada, a tientas, recorro un poco la cortina para ver si aún, impasible, me vela.

Ayer comprendí tan cotidianas visitas mientras por el messenger revisaba mi correo, pues encontré una nota en el mail de L, la cual decía: la luna como ninguna; la luna que me deja en cada mirada, los rostros de esos otros -míos-, que en otros cuartos, en otros paises y en otros mundos, tambien descansan. La luna que mira no para contemplarme sino para dejarme en cada velada el gesto nocturno de aquellos a quien quiero, recordandome que aunque en otro lado, también descansan.

Ya no recorro las cortinas, dejo que la noche suceda ante esos ojos que no ven pero sienten, y me abrazan, me arropan.

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