sábado, 16 de julio de 2011

Otros lugares

1. Algo dice VL sobre dormir en otros cuartos. Lo escribe en uno de sus ensayos de Papeles falsos. Ya ni recuerdo qué dice. Pero es algo. Yo estoy en otro cuarto justo ahora y no tengo mi libro a la mano. De hecho, tampoco tengo el libro a la mano cuando estoy en mi cuarto. He prestado los dos ejemplares que tenía. Uno, creo, ya lo he perdido por completo. El otro ejemplar también lo preste, no me importaría perderlo también. Dormir en otros cuartos, para ver la tenue pertenencia de cualquier lugar. No sé si lo escribe Luiselli, pero es algo así. Hoy, en otro estado de la república, en otro cuarto, siento que nunca he tenido aquella cama donde he dormido la mayor parte de mi vida. Nunca he tenido, en realidad, todas las cosas que he vivido. 

2. Un mensaje de texto que le llega a alguien. No una foto, no una llamada: un mensaje. Lo lee a los demás. La imagen aún sin rasgos, es un golpe seco que sabes directo en algún punto blando que te dobla. Seguir de pie y no sentir que estas parado sino en el suelo. No hay nadie que escuche que no tenga la sonrisa muerta. Ni personas de pie que sepan de la imagen y puedan estar de pie. Un mensaje que dice: “¿estás bien? Hubo una balacera, mataron a 20 personas”. Fue en el centro. Un bar. Es Monterrey, estoy de viaje. Yo no tengo celular, tampoco recibí el mensaje y de todos modos, la proyección de la imagen me deja sin palabras. Ruego, yo que no soy cristiano, que mis padres no hayan visto las noticias. Que no sepan. No todavía. No ahorita sin la posibilidad de decirles que estoy bien. Que sólo me mataron un momento la risa. Porque después de todo, reímos de nuevo. Aunque sigamos parados y no estemos de pie.

3. A diez cuadras del lugar donde estábamos masacran a 19 personas. Los sicarios llegaron disparando. Mataron al portero y a un señor que vendía hot dogs. La cifra de muerte se completó durante una cifra temporal: 20 minutos. 

4. Regresamos al hotel. Y reímos de nuevo. Ni siquiera nos dimos cuenta en qué momento se olvidó el miedo. No lo escribo como reproche, sino como fatalidad. O como registro más bien.  Becket decía que lo único que puedes hacer cuando la mierda te llega hasta la cabeza es cantar. Yo no canto pero creo que la risa es una forma de cantar que uno nunca puede controlar. Cantas y ya. La vida pierde peso. Como cuando juras odiar por siempre a la persona que quieres y te lastima, después vuelve, no dice nada, alza las cejas, o hace otro gesto, sólo eso, un gesto: te ríes y ya.   

5. ¿Cuánto dura el último minuto de las personas que ya no irán a otro lugar? No sé. No podría contestar. Imagino ese minuto. No termina de acabar.    

6. Extraño la ciudad y las cosas que nunca he tenido de verdad. Para eso sirve viajar. Para volver a casa. Quiero mi cama. Y los libros que preste que no me atreveré a pedir. Quiero su sombra. Y volverlos a perder. También quisiera no dejar Monterrey. Aunque a veces me desesperen las cosas literarias por las que llegué aquí. Aún del miedo. Y de no encontrar lo que siempre busco, perder, de todos modos, lo que nunca ha sido mío. Volver a casa.   

Publicado en el n°52 de aQROpolis, suplemento cultural del periódico Plaza de Armas, de Querétaro.

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