martes, 7 de abril de 2009

la niebla que se disipa

1. Viernes suspendido; después de la comida, ya entrada la noche, L y yo decidimos fugarnos y alargar -ahora sí- un poco más la noche. No más sueños. Bebemos café y nos reímos al recordar al 'gordito' que atendía la cafetería y el cual, simpáticamente, le coqueteaba y que al salir del local le oí llamarme afortunado, pensando un poco, supongo, en la madrugada que se comenzaba a insinuar. Lo soy. En ese momento vienen a mí las frases últimas con las que Hector Manjarrez cierra su diario citadino, El bosque en la ciudad:
¿A donde van con sus pequeñas mochilas? Se ha dicho que la juventud es algo demasiado precioso para desperdiciarlo en los jóvenes. En estos dos ciertamente no se desperdicia ni tantito. Yo fui así muchas veces, creo.
Tomamos el café en el carro, L toma mi mano y delicadamente la va durmiendo. Le comento lo escuchado y las frases de Manjarrez, ríe y me aprieta un poco más. Pocas palabras. L me dice que alguna vez, en una circunstancia parecida ya le había compartido aquella frase. Sonrío. La noche sigue, el café las manos y los gestos; afuera la vida pasa, aquí se queda.

2. Ayer (¿o antier?) una foto de Manjarrez en La Jornada, se le ve un poco entrado en kilos, con el rostro un tanto adusto, aún de ser su lector no le conocía el semblante. Recordé las tardes en el piso seis de la torre de humanidades en el CENART; el cursillo de Christopher Domínguez en el que leímos Rainey, el asesino. También recordé mi primer lectura de La maldita pintura la cual me desconcertó. Pero sobre todo recordé ese genial libro suyo que es El bosque en la ciudad el cual apenas unas noches antes, rememoraba con L. Supongo que ese es mi Manjarrez más querido. La breve entrevista en La Jornada fue una extraña continuación a aquella lectura, descubrí por ejemplo, que aquella niña del diario que cuando iba al baño a liberar a Willy tiene ahora, más o menos, mi edad. Al fin de la lectura, no se porque una cierta nostalgia, ¿de qué, de la lectura o del paso de mi tiempo, uno que casi siempre siento estático?

3. Manjarrez, El bosque … y L un triángulo de antes ahora es distinto; he ahí mis nostalgia. Pero toda nostalgia es también el espacio que se abre y deja la luz, (Desear es recordar ese objeto, disparar contra su imagen, dice Paz) esa niebla que hubo entre nosotros, se va disipando. Ahora la luz ya no es pasado, es presente:
Nosotros somos así muchas veces.

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