domingo, 1 de mayo de 2011

los textos, las adaptaciones y el arte como expresión de sí misma

1. Imaginemos escuchar unos versos de García Lorca que ya no son poema sino frases sueltas: “He descubierto que las cosas/ cuando buscan su curso encuentran su vacío”, los versos ya no son de Poeta en Nueva York sino el epígrafe de Hitler en el corazón del dramaturgo mexicano Noé Morales Muñoz (D.F, 1977). El epígrafe sirve entonces como detonante para iniciar una lectura. Imaginemos también, ir leyendo en un autobús mientras la ciudad va olvidando un rostro por la ventana, llueve en primavera. Entonces sucede una frase: "Sé que voy a añorarte, quieres decir, sé que lamentaré tu lejanía como pocas cosas, pero no me dolerán los huesos porque ya me duelen ahora y no puedo explicar por qué". Imaginemos entonces una revelación: los textos de los libros se intercalan en la vida como ventanas que llueven en primavera.

2. Las frases de un libro sólo sirven para leerse. Lo que pasa en un texto sólo sucede entre líneas; ni Flaubert era Madame Bovary como él quiso creer en su vejez, ni la literatura es la verdad de las mentiras como cursimente dice Vargas Llosa. Lo que pasa en un texto sucede para irse siguiendo entre párrafos y hojas numeradas; entre la tipografía y los espacios de la hoja en blanco. No sólo una historia, sino la forma en se escribe esa historia. No personas sino palabras que son nombres; sucesos que pasan dentro los márgenes de la hoja.

3. “Yo no invento lo que escribo, a mí me sucede, más bien” dijo el escritor mexicano Mario Bellatin en una entrevista. Aunque el hombre del garfio en la mano, no se refería a que su narrativa sea una colecta de anécdotas que jueguen a intentar explicar su vida. Su apuesta literaria más bien, es una búsqueda de reflejar al acto mismo de escribir; registrar lo que sucede mientras se escribe; las palabras que se van creando como cauce natural que el escritor, algunas veces dirige y otras tantas, impide. El mismo Bellatin ha dicho que su obra juega a ser una autobiografía. El perfil que busca insinuar no obstante, no es el del hombre que escribe sino el de la escritura encarnada; ese donde las palabras dicen de la escritura lo que sucede cuando se escribe. No antes. No después.

4. A los libros siempre se les quiere ver con un tufo de superioridad moral, de ejemplaridad idónea, como si los libros hicieran lo que la realidad no puede: hacernos mejores personas. Tal vez por eso nadie lee, porque hay una creencia de que los libros dan lecciones en vez de vicios. El ensayista mexicano Heriberto Yépez, relaciona ese culto al libro, con el imaginario secular del libro fundacional de Occidente: La biblia. Ésta vindicación moral de los libros oculta una verdad obvia: que la literatura es apenas un medio; una forma de pronunciarse: una expresión.

5. El filósofo italiano Giorgio Colli, escribió que el arte “es una expresión que se representa a sí misma”. No transmite, ni quiere decir: ella misma es todo lo que puede ser. Un soliloquio nihilista (no fue casualidad que el propio Colli haya traducido y editado las obras completas de Nietzsche al italiano). Un soliloquio que no produce certezas sino que va erigiendo grietas por todos lados. El arte como expresión siempre es más una fuga que un camino; “el arte, decía el escritor austriaco Thomas Bernhard, no sirve para nada, pero es precisamente por esa descarada inutilidad, que me inquieta tanto.”

6. Las adaptaciones no existen. Lo que existe son reinterpretaciones de los textos; una nueva creación del texto con la lógica del medio donde se pretende aterrizar. Por eso fallan algunas “adaptaciones” porque quieren que funcioné en una secuencia visual lo mismo que en un texto. Tal vez suceda lo mismo en el teatro, el texto dramatúrgico encarna una verdadera escenificación cuando el texto mismo se vuelve invisible, no porque el texto se olvide sino porque el texto se vuelve un gesto más, lo mismo que el vestuario y la escenografía; que la dirección de escena y la producción; una sincronía de actos que adquieren visibilidad en su conjunto.

7. Hace una semana fui a ver la puesta en escena Hitler en el corazón. El montaje tuvo la dirección de su propio autor, lo cual le dio la posibilidad de hacer invisible su propio texto. Tarea difícil porque el texto es notable, de una sonoridad intensa que se escucha mientras se lee. El año pasado el texto se publicó en la colección Teatro emergente de Ediciones El Milagro. Lo que Morales Muñoz parece entender muy bien es la lógica de la diferencia entre las expresiones artísticas: por un lado su texto como libro es un texto que merece ser leído, no porque el futuro lector vaya a ser un director de escena sino por la fuerza expresiva que mantiene; por el otro lado el montaje creció más allá del texto mismo, los diálogos que se dicen en escena no son los que él autor escribió sino las reinterpretaciones que los mismos actores hicieron de sus diálogos. Un guion escrito para ser leído y una obra de teatro que necesita ser vivida.

8. El verdadero texto encarnado no es el que se aprende sino el que se siente; no las palabras de otro, sino las propias palabras a partir de ese otro. No leer esperando que las historias pasen, sino porque se precisa simplemente.


Publicado originalmente en el N° 41 de aQROpolis.

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