lunes, 5 de enero de 2009

Phone call

Después de ver, de nuevo, Eternal sunshine... mando un mensaje a Z. El mensaje original no sale, vive diversas variantes, al final sale el peor:

Acabo de ver Eternal Sunshine... tal vez porque la recordamos, o tal vez, por las nostalgias. Así los mensajes sin motivo, así los resplandores.

Z. no contestó. Lo esperaba, aunque deseaba tanto la respuesta. Su silencio es un espacio abierto que no puedo sostener, ni siquiera imaginar. Supongo que el mensaje es confuso, no debí mandarlo sé que no pretendía decirle nada pero al final mis intentos por resanar un gesto que es nada, son infructuosos; vanos intentos que me ahogan. Trató de delimitar un poco su ausencia -!nunca hubo una presencia siquiera! apenas una sutil insinuación-, no obstante al final, va quedando la misma sensación de certidumbre; su silencio es dirigido: indiferencia.

La imagen -mi preferida de tan linda película- es simple un (re)encuentro que no se concluye y se cristaliza en una llamada, todo se abre en apariencia. Supongo que las relaciones entrañables inician con trastabilleos y dudas, lo claro no siempre se nota. La melodía de Jon Brion y la calle tan ausente de presencias inocuas, habitada por una nevada que apenas se muestra. Los sucesos necesarios desarrollan una lógica que desaparece lo exterior, solo queda -aunque sea un momento- lo profundo.

(un paréntesis que es un regreso; tal vez, lo necesario sería cerrar un circulo que nunca se empezó a trazar. Dejar que, delicadamente, el tiempo valla ocultando esta nada que es tanto; una tenue desaparición. Me hubiese gustado platicar tan solo de películas y discos con Z. conversaciones que no pretenden resanar nada ni olvidar tanto, ahora -en este futuro que es presente- todo suena pretencioso. Tal vez soy un fatalista, tal vez... un paréntesis que se cierra sin cerrarse)

Hasta aquí los mensajes sin respuesta, hasta aquí las necesarias desapariciones.

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