lunes, 12 de enero de 2009

viñeta burocrática

Después de algunos días de retraso, entrego por fin los libros que saqué de la biblioteca central y de la facultad para el periodo vacacional. Al final no leí tanto como quería, las vacaciones invernales más que de descanso uno se llena de falsos compromisos y citas inexplicables con gente muchas veces indeseable, otros encuentros se vuelven necesarios respiros ante el ruido invernal. Los libros que saqué fueron: Sauce ciego, mujer dormida de Haruki Murakami -algunos relatos, son verdaderamente inolvidables, La luciérnaga por ejemplo; La razón en la sombra de María Zambrano -cuantioso libro que probé a pellizcos; La sociedad mental de Pablo Fernández Christlieb -una necesaria relectura de un libro genial; Psicología del Arte de R. Arheim- ni siquiera lo abrí.

La tarde de entrega había quedado con Va. y Vi. para comer, la estúpida burocracia de la UNAM hizo que llegara !una hora tarde!. Como el periodo de entrega había vencido no me permitieron sacar los libros de la Facultad para poder entregarlos a la biblioteca Central. Una entrega que pudo haber concluido en 10 minutos a lo más, tardo 60 minutos y 4 semblantes de burócratas sin rostro, peleé con todos. Al final creo que la culpa también fue mía, pude haber convencido a la burócrata inicial -la que desencadeno todo- desde el principio con un tono más cordial, la prisa me hizo desvariar. Me precipité.

Recupero un fragmento del Manual del distraído de Alejandro Rossi, en la que narra su penoso encuentro con la burocracia, el texto se llama Crónica Americana;

La burocracia -salvo en paraísos sin duda artificiales-es esa desproporción, esa alquimia que transforma a un vejete pálido o una cincuentona gelatinosa en personajes decisivos e inevitables. Un universo de reyezuelos, sellos, prosa nauseabunda, cuchicheos equívocos, falsos problemas, reglamentos, pasillos, salas de espera, sillones grasientos, incertidumbre y despotismo.

Al final, la comida fue cena pero la noche discurrió con una levedad inusitada. Todo recobra su valor ante la sutil luz de la amistad.

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