miércoles, 8 de junio de 2011

Llegar tarde a todo

“¿Por qué no somos como un bosque?
Memoria de paso, Fogwill

Tenía ganas de escribir sobre Fogwill pero no me sale la primera línea. Ni las que siguen. Sólo espuma como decía Vallejo. Llevo semanas tratando de hacer un ensayo sobre las casualidades que han caído bajo su nombre; las lecturas de las últimas semanas; inclusive las que no avanzan dan con él: Blanco nocturno, de  Piglia por ejemplo. Hace tres meses que me la prestó Imanol y sólo he leído cien páginas: sin muchas ganas de seguir la verdad. 

Tal vez, en ese ensayo que no sale, debería hablar  de la rivalidad que hubo entre Fogwill y Piglia. Imaginar que el autor de Los pichiciegos, escribe un texto polémico acerca de los premios que va acumulando la última novela del otro  -hace  unos días le dieron, nada más y nada menos que el Rómulo Gallegos.  A lo mejor si Fogwill todavía viviera le habría puesto un apodo a Piglia, cómo cuando a García Márquez le puso García Marketing.  Pero ya, desde hace casi un año,  no tenemos a Fogwill. Y yo, que tengo la sensación de llegar tarde a todo, también me tardé para descubrir sus lecturas de verdad.  Las de Fowgill digo, porque de las tres novelas que he intentado leer de Piglia nomás no he terminado ninguna.  Esta columna llegó tarde. No hay mucho que decir. Además Piglia me cae bien cuando hace ensayos o publica sus diarios. Ahí me gusta. Que no avance en su lectura no lo hace un mal escritor. Al contrario, me hace dar cuenta que soy un mal lector. Que le voy a hacer. Murió Fogwill y  ya no hay nadie que me defienda de las lecturas que no termino. La polémica literaria ya no existe. Ahora sólo hay buenos deseos y amigos que hablan bien de sus amigos.

Quizá debería de hablar de cómo L me llevó en la biblioteca a la poesía completa de Hector Viel Témperley. En algún momento debería entrelazar cómo,  mientras leía sus poemas del mar, se me venía a la mente esa película horrible que es Y tu mamá también. Recordaba la escena del comienzo que también es la escena final, ahí donde se escucha con el ceceo de las olas una voz que dice: La vida es como el mar. Por eso hay que darse como la espuma. Entonces  podría decir que la prosa de Fogwill es como la espuma, por eso me gusta: se alza y genera volumen de la nada. Me acuerdo cuando saqué su novela En otro orden de cosas. Yo venía de leer puras novelas con historias. Tenía ganas de leer a Fogwill por una foto que vi de él en una revista: tenía los ojos desorbitados, el pelo encrespado, todavía vivía. No entendí nada. Me dieron ganas de no volver a leerlo nunca. Leyendo a Fabián Casas me doy cuenta que a Fogwill casi todos hemos llegado por una foto de él que nos impresiona. No saqué libros de él en mucho tiempo. Me dediqué a buscar sus fotos.

Debería aceptar que la columna no sale. Ni modo. Mejor eso que seguir con la sensación de llegar tarde a todo. Esta columna debió hacerse cuando murió Fogwill, no ahora que Piglia gana un premio. Llegar tarde se soluciona saliendo más temprano, así de fácil. Toda mi vida he tratado de hacerlo y nada: vuelve a pasar.  Mis amigos me esperan. Me han malacostumbrado y no se enojan  nunca. También las exnovias me esperaban pero a esas ya no la veo. Además la amistad tiene la posibilidad de crecer más grande que el amor.

Yo quería escribir una columna que hablara de los cuentos de Fogwill que más me gustan -a mí que no me gustan los cuentos:   Muchacha Punk,  Japonés,  Memoria de paso. O hacer algo de largo aliento entorno a la sensación de nostalgia que se me quedo toda una semana después  de leer La larga risa de todos estos años.  Quería hablar de Fogwill y termine hablando de mis amigos. Que a veces, me he enterado, hablan mal de mí. Eso está bien. Es bueno hablar mal de la gente. Yo lo hago todo el tiempo.  Al final importa más que te esperen cuando llegas tarde. Te ven llegar apurado y te reciban con una sonrisa: ningún reclamo.  Te das cuenta que el amor es una mierda y la amistad un bosque  que crece sin historia; a pesar de las tardanzas puede seguir viviendo: aunque cambie nunca termina de ser diferente.  Así siento con Fogwill: sus textos me esperaron  aunque llegué tarde.

Publicado en el n°47 de aQROpolis 

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