domingo, 19 de octubre de 2008

paraguas

1. Cuando llueve esa plaga enorme que es 'La gente' desaparece. Las calles adquieren ante esa soledad sentido poético. El sonido de la lluvia va borrando aunque sea un poco, el ruido incesante del trafico; cuando llueve la ciudad se calla, se anula para contemplar. Dar fe de la soledad citadina -caminar por calles mojadas casi ausentes- es apenas posible por esos artificios que son los paraguas.

2. Un paraguas no sirve para guarecer de la lluvia. Su superficie convexa, cubre apenas bien la cabeza y deja mojar todo el cuerpo; la lluvia, se sabe, siempre moja en diagonal. Su naturaleza transferible y a veces incomoda, hace que los olvidemos en cualquier lugar, o peor aun, que en los diluvios mas cruentos, nunca llevemos el nuestro. Los ventarrones siempre hacen -quien sabe cómo- que se volteen hacia arriba. Los paraguas hay que decirlo sirven para poco.

3.No obstante, los paraguas adquieren a veces sentido poético, una profundidad inusitada. Los paraguas insinúan un espacio virtual; bajo su semiesfera se crea lo entrañable. Su sentido es más útil que el simple acto de cubrir; antes que proteger los paraguas consolidan relaciones. Su naturaleza circular arropa los cuerpos, elimina la cotidiana distancia- Sucede entonces, que bajo el paraguas siempre vamos entrelazados.
Los paraguas son espacios adonde uno mete a los que quiere, aquellos que de manera delicada se han convertido nuestros íntimos. Es por eso, que cuando dos personas llevan cada cual su particular paraguas, sabemos que su relación es apenas superficial; aun mantienen distancias.
Los paraguas mas que proteger quitan la idea de la lluvia, del frío. Cuando uno comparte un paraguas, logra que lo que está afuera apenas se sienta, prevalece más bien, el calor de la persona, su brazo y la manera de afianzarse; el rostro que se inclina sobre el hombro. Logran una comunión que permite la contemplación.
Los paraguas inauguran sociedades, las revalidan también. Crean un nuevo estado, como los besos adonde dos ya no es dos sino uno.

3.Un paraguas también es una casa. Hoy hace varias semanas de aquella tarde de lunes. Tarde nublada. Precavida Ma. (esa Ma. que me duele tanto últimamente) llevaba un amplio paraguas por si el clima, siempre sorpresivo, pretendía engañarnos. De manera lenta empezamos a sentir las ligeras gotas. Ma. abrió el paraguas y en un gesto natural me invito a entrar. Yo cargue con el paraguas mientras ella se anudaba de manera frágil a mí. Recuerdo la tarde y siento nuestro calor; el paraguas que simboliza una esfera, un circulo adonde solo cabíamos nosotros, nuestra amistad. El trayecto rumbo al camión fue de apenas diez minutos, las calles vacías permitían contemplar y sentir. Minutos cercanos que dejaron de ser tiempo para ser espacio. Ese espacio fue un desprendimiento, por un momento. Ma. y yo eramos la casa de nuestra amistad.

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