jueves, 16 de octubre de 2008

un aroma...

1. Ayer entre el hacinamiento cotidiano del metro, surgió un aroma refrescante, frutal. No era, ni un poco, como esos aromas sofocantes y cursis que venden los perfumes, era, más bien, como bonito; ligero. Los breves segundos que el aroma me habito fueron momentos de fluidez; un dejarse llevar. Todo el camino después de eso, fue una sutil caída; la plenitud te abraza y apenas te aferras te suelta, la sueltas. Caer es dejar, soltarse. Una caída que dejó ver algunos recuerdos de otros olores en apariencia perdidos; algunas escenas, unas personas, varios lugares, tantos momentos.

2.¿Cómo hablar de los olores sin quitar de ellos su esencia volátil, su rastro perforante, su presencia inusitada?

3. Los olores son sutiles, viven anudados a la ligereza del aire. Cada vez los vamos perdiendo un poco más, tanto así, que un olor ya simplemente es una variación de la dicotomía mas insana; feo o bonito. La ciudad, mal "humorada" de costumbre, los va absorbiendo hasta casi difuminarlos. No obstante, los olores son siempre nuestra memoria más emocional, nuestra memoria más entrañable. De los amores (la similitud entre las palabras amor y aroma es intrigante) siempre queda más la fragancia de la piel, el olor del cabello, el olor de un cuarto compartido. Se recuerda siempre un poco más, el aroma de la comida al llegar a casa que el sabor. El café es siempre mas rico si es humeante. Los bebes son lindos porque aun no huelen a ciudad.

4. Los olores insinúan la posibilidad de la simultaneidad, en su naturaleza ligera yace la profundidad.

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